Desafío

*Doce en ocho Meses
*Y Carlos Domínguez

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Como las campanadas de un reloj, de esos de columna antiguos, a la medianoche. El que tenía mi abuelo paró en el momento mismo de su muerte y, desde entonces, les tengo mucho respeto a esas joyas de buen gusto que hoy quizá solo se encuentren en algunos de los talleres de Zacatlán de las Manzanas, pueblo mágico que asombra por sus singularidades. Cualquiera quisiera ser enterrado allí, detrás del mural de piedras brillantes rebosante de imaginación y señales artísticas inmejorables. Siempre el linde entre la vida y la muerte.
Las campanadas vuelven a ser dolientes porque ha muerto otro colega periodista, Rogelio Barragán Pérez, que tenían a su cargo la nota roja de “Guerrero al Instante”, publicación que se edita en Chilpancingo en donde los riesgos van de la mano con las notas informativas, por lo general severas contra las autoridades pasivas y los cuervos dispuestos a rodearlos haciéndoles el favor de “desaparecer”, como sea, a cuantos les incomodan. Y en este caso cumplieron los zopilotes y los cuervos su deplorable cometido.
No faltaron quienes se incomodaron, incluso irritándose sin meditar sobre el particular, cuando señalé que no se podía culpas al presidente López Obrador ni por la autoría intelectual ni, mucho menos, la material, de los homicidios contra tantos informadores desprotegidos pese a la demagogia fatua de subrayar que existen fuentes para defenderlos… a toro pasado, esto es cometidos los homicidios.
Pero, en cambio, sí podemos señalarlo, y lo hago, por su responsabilidad para crear el clima de linchamiento, moral y físico, contra tantos colegas que osan no coincidir con los apotegmas del mandatarios. Una y otra vez, cual si fuéramos todos presuntos asesinos seriales, el dedo presidencial ha infamado, con calificativos pueriles, a distintos colegas y medios no alineados a la llamada Cuarta Transformación que va camino de perderse; y, con ello, naturalmente, ha dado cauce a la impunidad para los emboscados deseosos de tomar venganza por la divulgación de informaciones-denuncia contra los cacicazgos, nacionales y estatales, desde las aldeas hasta los centros urbanos de mayor movimiento.
De lo anterior acuso al presidente, como lo señala también la OEA con recomendaciones que el propio Andrés Manuel, de manera pública y tono insolente, desecó porque dijo que no tenían vínculo legal alguno; tampoco lo tienen sus consultas a mano alzada y sus decisiones unilaterales para pasar por encima de los amparos concedidos a quienes se sienten afectados por sus proyectos.
Barragán Pérez, de la tierra brava de Guerrero, cayó bajo este clima de constante persecución contra periodistas, editorialistas, articulistas y comentaristas de radio, televisión y redes sociales. Nos ha expuesto, todavía más, a la furia del crimen organizado, de los delincuentes a sueldo y de los matones oscuros que sirven a los poderosos sin importar los daños causados a una sociedad indefensa que, para colmo, no deja de reverenciar a la figura presidencial como si fuera un patriarca sagrado.
La Anécdota
El 13 de enero de 2018 fue asesinado en Nuevo Laredo el periodista Carlos Domínguez. Lo detuvieron en un crucero –iba en su automóvil con su nuera y su nieto-, y le asestaron veinticuatro puñaladas. Tuvieron tiempo para eso y mucho más; los criminales se sabían protegidas y se perdieron, a plena luz del día, por las atestadas calles del centro de la urbe fronteriza.
A diferencia del mayor número de casos, su hijo, del mismo nombre, no ha cesado en reclamar justicia e incluso ha encarado al presidente López Obrador quien le prometió intervenir… algún día.
Como respuesta han señalado al joven Domínguez por supuestos sobornos mensuales, de 50 mil pesos mensuales, por parte del execrable gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, especializado en robo de automotores en su juventud. Y no puede ir a Nuevo Laredo porque, sencillamente, lo tienen marcado… hasta algunos miembros de su familia. Algo muy similar a cuanto me ocurrió a mí en 1986.