Desafio

*Nula Celebración
*Silencio Eterno

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Dicen algunos que lo tratamos mal, que todo le cuestionamos y, sobre todo, que no lo dejamos trabajar. En las redes sociales, sin embargo, ha surgido un panal rebosante de la miel de la adulación; no sé cuántos, pero cualquier improvisado con conocimientos básicos sobre la cibernética, puede conseguirse dos cámaras y reflectores –a veces éstos no son necesarios-, para constituirse en youtubers destinados a enaltecer la figura del presidente de la República quien insiste en llamar “benditas” a las redes sociales a cambio de defenestrar a los medios “convencionales” cuando lo señalen o cuestionan por “cualquier cosa” como insistir en que México nació hace diez mil años cuando sólo festejaremos, en 2021, doscientos años de la consumación de la Independencia, cuando verdaderamente comenzamos a llamar a nuestra patria México.
En el día de la libertad de expresión es de esperarse un pronunciamiento exacto sobre donde queda el periodismo independiente, cuando es profesional y objetivo –un término que se confunde ahora con la reverencia acostumbrada en las monarquías-, y cómo deben actuar los poderes públicos, en todos sus niveles y líneas, ante publicaciones negativas, incluso las maledicentes, para honrar el derecho a la información y a la libertad absoluta a pronunciarse como uno piense y quiera con las únicas limitantes a no caer en la subversión ni en la abierta traición a la patria sobre todo en esta hora de incertidumbre respecto al impresentable vecino del norte.
No nos confundamos: el presidente, ni ningún otro funcionario integrante de alguno de los poderes de la Unión, puede ponerse en la misma línea de los periodistas y aducir su derecho a la réplica, una función que no les está concedida específicamente en ninguna de las leyes que nos rigen; el informador libre –no quienes siguen los mandatos editoriales de los dueños de sus empresas a veces con maridajes enfermos-, no tiene a su mando fuerzas públicas ni jueces corroídos que actúen parcialmente para favorecerlos. Al contrario, las distancias son enormes y la ausencia de equidad –la fuerza del Estado contra la pluma de un periodista-, nulifica cualquier sentido de legitimidad en el descrédito que nace desde el centro neurálgico delo poder gubernamental.
No es tan difícil entenderlo. ¿O sí? Claro, en la hora en la cual más se ha estigmatizado la profesión del periodismo –algunos insisten en que cualquier youtuber tiene más credibilidad que los analistas imparciales-, es momento de poner las cosas en orden: el ejercicio de la información es contrapeso a los excesos del poder. ¿Cuántos de esos improvisados cibernéticos, del club de aduladores, se han atrevido a realizar un solo cuestionamiento al mandatario en curso, a cambio de lapidar a quienes lo han enfrentado, directamente o a través de críticas y notas non gratas para los de arriba?
La mera interrogante plantea si la libertad es sólo para aplaudir y no para inferir las desviaciones notorias del gobierno, cualquiera que éste sea. Por mi parte defenderé, hasta el fin, mi derecho a expresarme cómo me dé la gana… con o sin Andrés Manuel enfrente.
La Anécdota
Principios de 2004. Andrés Manuel, jefe de gobierno del DF, se entera de mi visita a Tepetitán, Macuspana, Tabasco, la aldea de pescadores donde nació. Y se inquieta; me cita para el día siguiente en sus oficinas del viejo Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad de México y me dice:
–Cuando escribas tu próximo libro te exhorto a que pienses en México.
–Lo haré, Andrés. Pero sólo te pido, a mi vez, que México no eres únicamente tú y quienes te siguen; también son el miserable carlos salinas, Diego Fernández, la Iglesia y todos tus críticos.
Se levantó, me acompañó hasta la puerta y no volví a tener un desayuno con él –se perdió de sus añorados “tamalitos”-, aunque sí le acompañé en su plantón en el Zócalo tras los comicios fraudulentos de 2006.