Desafío

*Educación para Todos
*Gastronomía Olvidada

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La reforma educativa, con el toque de la nueva administración federal, es decir del presidente de la República quien prometió revertir la anterior de peña nieto, nos coloca en el mismo punto de partida del añejo conflicto entre la disidencia, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, y los alineados quienes voltean otra vez hacia la “maestra” Elba Esther Gordillo, a quien todos observan como un engendro de corrupción, con marchas, revueltas, asonadas y todo cuanto pueda ser llamado conflicto.
Es inexplicable que en vez de avanzar nos quedemos igual. Y eso no es por falta de tiempo sino por una máxima negligencia al omitir el punto central de la pretendida reforma: mejorar la educación de calidad para convertir a los niños y jóvenes mexicanos en más competitivos en el espectro mundial y capaces de defender sus sitios en nuestro país ante a arribazón de “talento” extranjero que los desplaza y sobaja. Esto, la verdad, es indignante.
Los jóvenes preparados al “ahí se va” no son ninis ni milenias ni nada por el estilo aunque hayan nacido ya en el siglo XXI que, desde luego, ya no es el mío. Mis experiencias y mis vivencias vienen del siglo XX, al igual que las del tabasqueño en el poder, y acaso por ello nos resulta más difícil comprender el presente y actuar en consecuencia. Es curioso: la administración con un promedio mayor de edad a las predecesoras, esto es con ausencia de juventud y de activistas sociales –más son los empresarios-, es la que reúne a los jóvenes aduladores que, a trueque de su rebeldía innata, optan por reacomodarse en el nuevo estado de cosas… que resulta muy añejo cuando menos en lo que a edad se refiere.
Quizá por ello a nadie se le ocurrió pensar que una reforma educativa, de verdad, debería incluir los programas necesarios para elevar la calidad y capacidad de los educandos para asegurar con ello el porvenir de México y sacudirnos, poco a poco, la hegemonía estadounidense que va apretando tuercas, es decir aranceles, como si de una prueba de resistencia se tratara. Sin mejores egresados, ¿de qué sirven las concesiones al magisterio? ¿De panaceas para convertirlo en parte de la acomodada burocracia? Nos negamos a creerlo.
López Obrador aseguró que deberíamos ver hacia el futuro; pero la reforma educativa es simplemente un parche para remendar un presente sin congruencia entre los propósitos y los hechos. Está bien exhibir los daños cuantiosos del pasado inmediato pero no sólo maquillando sus herencias y lastres. Y en esta condición observamos a la reforma que fue bandera, en su momento, del grupo de MORENA cuando el fenómeno López Obrador se fue a las nubes.
Hoy también Morena comienza a sufrir los estragos; sus expectativas se han reducido de un cincuenta por ciento de aprobación a tan solo el 35 por ciento. No hablamos del presidente sino del partido pero el primero sufrirá el paulatino desgaste, sin duda.
La Anécdota
Una joven mujer –lo es a pesar de sus 73 años-, luchadora siempre y cocinera callejera de fideos y omelettes de cangrejo, se ganó una estrella Michelín, el máximo galardón entre los gourmets; en Japón, un excelente creador de sushi, ya anciano, que tiene su sitio dentro de una estación de Tokyo, hace tiempo disfruta del máximo honor: tres estrellas; para reservar allí, pagando la entrada al transporte masivo, se recomiendan seis meses de antelación.
En México hay sitios escondidos que podrían, con mucho, superar las experiencias descritas. Voy a referirme a una sola por hoy: un estrecho sitio, con las ventanas grises y mesas de madera carcomidas, “Los Bauces”, atendido por mi amigo Juanito –no recuerdo su apellido-, convoca a cientos de parroquianos a probar delicias de su parrilla tales como mi preferido “Voy a Ver con Piña”, o el Bauce Especial, el Juanito y algunos más de nombres subidos.
Está sobre avenida Universidad casi esquina con Eugenia, en la colonia Narvarte de la enorme Ciudad de México, y es un secreto muy bien guardado. Merecería una estrella pero en la Ciudad de México sólo se exalta a los grandes restaurantes sin valorar la riqueza de los callejeros que son, muchas veces, de altos niveles.