Desafío

*Las Risas de peña
*De 300 Aeropuertos

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26/10/2018 – No son frutos del nerviosismo ni de una patología ante las masas al sentirse centro de las miradas; las risas de peña denotan la ansiedad por los últimos días de poder, acaso la nostalgia que vive en soledad en Los Pinos o con el artificio de las compañías de catálogo –los de las televisoras son muy extensos-, o posiblemente el disimulo ante los catastróficos resultados de su administración.
Hace unos días, con motivo del 75 aniversario de la Secretaría de Salud –parece ser que todas las dependencias tendrán cumpleaños festivos en ausencia de acciones-, el señor peña estuvo bastante jocoso y risueño; se carcajeaba de todo cuanto le decía el inútil titular del ramo, José Narro Robles, ex rector de la UNAM para vergüenza de los universitarios, y aquel festín risueño dio lugar a la superficial sentencia: “en materia sanitaria tuvimos un sexenio de cien”. Acaso se refería a una graduación por miles porque, de otra manera, si cien es el total sólo sería confluencia de un cinismo enorme, una de las guindas del fin de la administración más deplorable en materia de justicia social, de economía, de política, de todo. ¿Alguien se anima a realizar la escultura de peña para los jardines de Los Pinos? ¡Qué oprobio!
En nuestro país, por si lo ignora el aún titular del Ejecutivo, una de las mayores desigualdades se da, precisamente, en el sector salud. No sólo me refiero al desabasto extremo de medicinas sino a la escasa atención a los derechohabientes del Seguro Social, el ISSSTE o el Seguro Popular que se quedó en pañales mientras se abandonaba a decenas de hospitales sin que siquiera se procediera contra los mandatarios que dejaron morir decenas de niños, por ejemplo en Comitán, Chiapas, cuna de la alevosa Elba Esther Gordillo, en donde Pablo Salazar, ahora escudero de Andrés, no rescató a varias decenas de criaturas abandonadas, enfermas, en un sanatorio inconcluso. O en Veracruz en donde se dispuso agua como tratamiento contra el cáncer hasta que los infantes, decenas de ellos, murieron.
¿No habrá justicia para las víctimas? ¿Ni procesos para los responsables? Habrá quienes piensen que tales no deben figurar en el “100” de efectividad dictado por peña y sus adalides ignorantes y negligentes, ni alterarlo para seguir mintiendo hasta que el nuevo régimen, a partir de diciembre, lo tolere. ¿O los vamos a perdonar también, Andrés, aunque no olvidemos? Esto no sería razonable ni democrático.
Ya son demasiados los señalamientos contra peña y su gobierno; el del sector salud, me consta, es apabullante por las historias de terror que me han llegado desde ellos. Sin medicinas, ni camas, ni médicos dispuestos a llegar a lugares “lejanos” –de sus domicilios se entiende-, ni incentivos ni la mínima atención. Agua para el cáncer, podría resumir la sentencia. Y el presidente saliente se carcajea y habla de un 100 por ciento de efectividad. ¿Dónde ha estado el miserable todos estos años? No es posible perdonarlo.

La Anécdota
Uno de los grandes ladrones de Veracruz, aunque ya era millonario al asumir el gobierno de la entidad, Miguel Alemán Velasco, casado con una Miss Universo por legado de su padre, el ex presidente de la sonrisa despreocupada, le mandó un recado a Andrés para decirle que la educación de miles de mexicanos es primero que la construcción de 300 aeropuertos.
Y habla quien es el progenitor del accionista mayoritario de la línea Interjet. Sería estupendo que sus aviones aterrizaran en la UNAM, digo, para ajorrarnos 100 mil millones de pesos como alega el presidente electo. La caducidad mental, que nada tiene que ver con la edad, se impone sin remedio a quienes no han sabido nunca de las carencias de los demás y han existido gracias a las herencias enormes, multiplicadas por la corrupción propia. ¡De éstos hay tantos farsantes en México!
No se toma en cuenta, próxima la consulta que dicen será definitoria, un factor elemental: sólo el ocho por ciento de los mexicanos usan las vías aéreas para viajar; los demás no se han subido siquiera a una aeronave ni han paseado por los aeropuertos suntuarios. Algo debe significar el dato, no sólo por la terrible desigualdad que nos asfixia, sobre todo cuando quienes decidirán la suerte del nuevo capo aéreo de la Ciudad de México no saben un demonio de técnica ni conocen un avión por dentro.