Desafío

Rafael Loret de Mola

01/02/18

*Alegres Compadres
*El Meollo Político

– – – – – – – – – – – – – –

Si mañana fueran los comicios federales, sin duda, el vencedor sería Andrés con amplio margen; no importan su infarto y sus dos cardiopatías posteriores -un elemento que le impediría jugar a elecciones en cualquier otro país-. Más allá de todo, es él quien acapara los votos. La cuestión es cómo nos gobernaría con la cáfila de maleantes que le rodea. Me preocupa porque tiene la puerta abierta aunque cuantos entran restan confianza… y sufragios.
¿Y después? Todos creen que sería mejor la perspectiva que la actual y es posible. Para mi fuero interno sería ideal que, además de presentar como lo hizo a un gabinete ambiguo -sin las figuras que mecen la cuna-, hiciera su propia autocrítica y explicara cómo serían sus primeros cien días de gobierno. Podríamos dormir más tranquilos todos. ¿Habría o no libertad de expresión? ¿Respetaría a un Congreso mayoritariamente en contra? ¿Habría posibilidad de que superara la ingobernabilidad latente? ¿Cómo actuaría contra el narcotráfico pese a algunas figuras que le acompañan -Batlett entre ellos-, y buscan asfixiarlo? Por lo demás, a mí no me asusta; al contrario, sigo creyendo que es menester cambiar de sistema, no sólo de partido, y no sé si Andrés estuviera dispuesto a ejecutar al presidencialismo mesiánico y a la partidocracia enferma. Quisiera creer en él señalándolo como un revolucionario pero, por lo pronto, y con los “dorados” que le rodean no pasa de ser un simple caudillo; y éstos son devastadores. Repásese la historia para corroborarlo.
Desde luego, la gran ventaja de Andrés es la pobreza de sus adversarios. Fíjense, el abanderado priista que no es militante, José Antonio Meade Kuribreña –nieto del escultor Pepe Kuri Breña, así por separado-, pretendió destinar su vida, desde joven, al área de los seguros y los tributos; para ello estudió primero en el ITAM de la Ciudad de México y después en la célebre institución de Yale que fue igualmente, como él dijo, el Alma Máter de ernesto zedillo, despreciando su paso por el Politécnico Nacional.
Hace tres años apenas, en agosto de 2015, no tenía la mente puesta en la remota posibilidad de ser candidato de un partido en el que no se había inscrito jamás, como tampoco lo hizo respecto al PAN cuando sirvió a las administraciones de fox y calderón alcanzando el grado de “ministro” en el gabinete del segundo. Luego, en calidad de anfibio de la política, fue designado Canciller de peña nieto en condiciones a la contra.
¿Y Ricardo Anaya? Le encanta mostrarse en exteriores, luego de eliminar con alianzas soterradas y vínculos poco santos –aunque él tenga cara de monaguillo alegre a diferencia de calderón quien parecía regañado-, exponiendo a los suyos, tocando diversos instrumentos musicales –le encanta la guitarra de son-, lo mismo en Veracruz que en la Sierra Tarahumara, tan lejana en distancia y espíritu por el grosero abandono de los regímenes roedores. Cuando menos, si pierde los comicios, Anaya tendrá el oficio de músico folklórico con el que podría instalarse en alguna callejuela de Londres o de París, para así cosechar frutos de su inglés y francés tan bien hablados.
Si de escoger se trata… ¡díganme, amables lectores!
La Anécdota
Por cierto, debo puntualizar que Anaya cursó sus estudios superiores en la Universidad del Valle de México, amén de un doctorado en Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM; y ha dado clases sobre Derecho Constitucional y Teoría del Estado –materia del primer semestre-, en la Universidad Autónoma de Querétaro.
Esta precisión la hacemos porque mencionamos que había estudiado en los Estados Unidos, pero lo hizo en sus años más jóvenes como después decidió que sus hijos lo hicieran en Atlanta, Georgia, para sumarse a ellos cada fin de semana. Y es a esto a lo que me referí en el video que apareció en mi página bajo el título de “Las Alianzas de Ricardo”, subido a las redes el pasado martes 23 de enero.
Aclarado el punto, festejemos, cuanto queramos, con los tres alegres compadres que nos traen su euforia y optimismo para apagar la oscuridad prevaleciente entre los mexicanos.