Desafío

Rafael Loret de Mola

08/12/17

*Un Nuevo Pinochet
*Hablar sin Conocer

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Pareciera que una solución para los graves conflictos en nuestro país, extraviada la vía democrática, fuese la militarización que ya acompaña al proceso electoral recién iniciado con postulantes con mayores defectos que virtudes; cada uno de ellos, sin duda. Más allá de las urnas, cascos, botas y fusiles estarán listos para amedrentar a la población o aplacarla en aquellas regiones en donde afloren las justas protestas contras las imposiciones; es decir, en la mayor parte de la República.
Nos dicen que encontremos el punto medio. No lo hay por desgracia. Desde la feroz era del calderonismo, al desatarse la guerra entre mafias –dentro y fuera de la órbita gubernamental-, la elite militar cobró una importancia tal que fue capaz de encerrar, blindando Los Pinos con más de mil elementos, al propio mandatario federal en funciones; y en estas condiciones se mandó a Josefina Vázquez Mota al matadero que devino en una caída espectacular del PAN hasta el tercer sitio, en 2012, acompañada de la pérdida de un millón de militantes de Acción Nacional, los adherentes a la administración del michoacano que no convenció, en dos ocasiones postulado para gobernador, ni a sus coterráneos. Contra los hechos no existe especulación posible.
Y, no podía ser de otro modo, su principal discípulo, su cachorro, Roberto Gil Stuart –quien fungió como secretario privado de calderón al final de la gestión de éste-, fue el encargado de elaborar y convertir en iniciativa la célebre Ley de Seguridad Interior recién aprobada con todos los signos necesarios para institucionalizar la represión, violentar las soberanías estatales, rechazar a los líderes de opinión considerados guerrilleros de la letra impresa y mandar sobre la población civil al menor indicio de “indisciplina” considerada ésta la inconformidad contra un sistema evidentemente contaminado y corrosivo.
Debe mencionarse que el secretario de la Defensa Nacional a quien tanto hemos cuestionado por las masacres de Tlatlaya, Tanhuato, Apatzingán y la represión en Iguala, ha sido uno de quienes han alzado las voces para insistir que la soldadesca debe regresar a los cuarteles y no permanecer en las calles por el serio riesgo que implica mantener la guerra de las sombras, entre el brazo ejecutor oficial y las mafias infiltradas en la propia estructura. Insisto: ahora mismo parece muy difícil pretender ser candidato sin el “palomeo” de los “capos” en ejercicio, los de los dobles rostros quienes medran doblemente, con el erario y el narcotráfico.
No es menor el conflicto si consideramos, repito, la cercanía con los comicios. Porque, a estas alturas, la tal legislación avalada por la derecha –todos los legisladores del PRI y parte del PAN-, y rechazada por los grupos menos contaminados por las migajas del poder, parece una seria advertencia contra quienes osen transformar los mítines y las concentraciones en actos supuestamente provocativos contra el malhadado mandato del señor peña nieto cuyas manchas en la piel no presagian nada bueno.
Ni peña ni México pueden avizorar, en las circunstancias, presentes, un derrotero feliz.
La Anécdota
Andrés no aprende. Endilgar calificativos y desdeñosos apuntes sobre sus adversarios provoca el efecto contrario al que pretende. De hecho, el aspirante José Antonio Meade, el priista que no lo es, fue señalado como “antipático, sin carisma y deshonesto” en palabras del icono de la izquierda sin recordar la información fiscal que seguramente aquel tiene, por efecto de su doble paso por Hacienda, sobre las irregularidades tributarias de su contrincante; esto es, puede revirar en cuanto quiera y con elementos contundentes.
Pero, además, Andrés y Meade no han cruzado palabra y, por ende, no conocen el real talante de su respectivo rival. No meto las manos al fuego por la honestidad de Meade, conociendo las serias desviaciones toleradas desde sus dependencias, pero sí me arriesgo a decir que no es repelente sino amable aunque sea legítimo no simpatizar con él. Pero, cuando menos, debiera exigirse a los postulantes ser serios y sobrios en sus calificaciones para no incurrir en falacias que se lleva el viento con facilidad.
Desde luego, da la impresión de que, por primera vez en este curso, Andrés parece nervioso y preocupado… pese a su indiscutible ventaja.