Desafío

Rafael Loret de Mola

21/12/15

*Los Mapas Coincidentes
*El SAT para Amedrentar
*Un Concierto de Navidad

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Siempre he dicho, y lo sostengo, que el mapa del narcotráfico, desde donde inicia la transportación de las drogas hasta la frontera norte en donde son recibidos con todos los privilegios, coincide con el de los grupos subversivos más activos, incluso los radicales, que en ocasiones dan la impresión de ser meros escoltas de las exportaciones de estupefacientes. Quizá por ello, pese a la caída de algunos “capos” célebres, como Servando Gómez Martínez, “La Tuta”, y las fugas de otros muy bien armadas, desde luego la de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, no cambian el panorama ni modifican los intereses de quienes, con el mayor camuflaje, rondan por la clase política mexicana y la infiltran, entre ellos no pocos gobernadores, digamos la mayoría de ellos.
Es un hecho incuestionable que, pese a tanta persecución simulada y muertes no simuladas, no ha sido posible disminuir, en un solo gramo, las “exportaciones” de drogas hacia Estados Unidos, el mayor mercado de consumo en el mundo en este renglón y en tantos otros. Este es el elemento central para entender la geopolítica del narcotráfico en la actualidad con la honda colusión de las agencias de “inteligencia” norteamericanas, la DEA, la CIA y la NSA, entre otras. Y éstas son las que verdaderamente se reparten el botín dividiéndolo, con ventajas para los vecinos del norte, con algunas figuras políticas de raigambre y sus “capos” correspondientes. Puedo demostrarlo.
De igual manera, el mapa de la pobreza coincide con el de la corrupción. Fíjense ustedes: en donde se detecta un mayor índice de corrupción allí recala una mayor pobreza extrema. En estos renglones, en América Latina, nos supera sólo Haití en donde la vida pende de las pandillas que protegen sus propiedades y relaciones machetes en mano. Bueno, hasta países en donde se ha hablado mucho de la inmoralidad pública, como Bolivia, los análisis aseguran que están en mejor nivel que el nuestro; y eso habla, específicamente, del nivel de inmoralidad pública alcanzada por el régimen peñista, acaso uno de los peores en el mundo y a través de la historia de México. No lo digo yo: lo gritan las estadísticas que, desde luego, no formarán parte de los informes oficiales.
Lo anterior significa que el saqueo brutal del que somos víctima, por elementos del gobierno sin escrúpulos sobre todo además de los grupos delincuenciales, no sólo asfixia la salud de la República y la coloca en terapia intensiva sino, por desgracia, penetra en las entrañas de millones de familias mexicanas cuyos ingresos menguan, de manera considerable, porque lo que debieran devengar justamente se desvía hacia las manos de gobernantes falaces y sin límites quienes, para colmo, hacen gala de sus pillerías y de la impunidad que los cubre.
De no ser así, ¿cómo pueden estar en la calle personajes como Mario López Valdés, Egidio Torre Cantú, Javier Duarte de Ochoa, Aristóteles Sandoval, Roberto Borge Angulo y una larga pléyade de sinvergüenzas en ejercicio a los que debemos sumar a cuantos dejaron sus entidades en estado de desastre: Humberto Moreira Valdés –quien heredó el cargo y el cacicazgo a su nefasto hermano Rubén-, Rodrigo Medina de la Cruz, Guillermo Padrés Elías, Mario Marín Torres, manuel bartlett díaz, pablo salazar mendiguchía, Ivonne Ortega Pacheco y otros muchos más. De hecho, pocos se salvan… o ninguno.
Perdonando las omisiones, que son numerosas, podemos concluir que el territorio mexicano ha sido dividido por ocho bandas del narcotráfico con enorme presencia y poder de fuego y una mayor cantidad de cacicazgos –pulverizados en apariencia pero que recalan en los mismos nombres y consorcios-, que se reparten las riquezas del subsuelo y también las de la superficie. De hecho, no existe rubro alguno en donde no tengan metida la mano a sabiendas de que la impunidad convenida les cobija.
¿Será por eso que premiaron al latifundista –urbano y rural-, Alberto Baillères González con la medalla “Belisario Domínguez” convertida en cenizas? Lo cierto es que el trofeo, a cual deberían nombrar de otra manera, digamos “victoriano huerta” para dignificar al asesino de Don Belisario, el chiapaneco de valor sin cuento, y comenzar a poner orden en cada una de las esferas de la vida institucional plagada de pillos y no de buenas intenciones como pretende la propaganda oficial. Las falacias no se sostienen más.
De acuerdo a un análisis certero de los economistas de “El Financiero” –cotidiano especializad en Economía y por mucho tiempo paralelo a los intereses oficiales-, el monto de lo que genera y obtiene la corrupción en México es, nada menos, de 890 mil millones de pesos, un boquete enorme que podría alcanzar, en breve, a las reservas internacionales del Banco de México, en bajada desde hace dos meses, en el linde de los 165 mil millones de dólares. No es poca cosa meter al mercado, todos los días, entre 400 y 500 millones de verdes divisas para detener la especulación a sabiendas de que estos recursos se los llevan los grandes financieros españoles y estadounidenses para proteger sus respectivas monedas, el dólar y el euro, al alza naturalmente. Estamos por llegar a la negra etapa del salinismo cuando, por decreto, se quitaron tres ceros a nuestra moneda supuestamente para manejar mejor las operaciones internacionales. Tres décadas después no imaginamos siquiera cuanto nos costaría cualquier cosa con los viejos pesos.
¡890 mil millones de pesos! Una cantidad similar a la del primer saqueo serio sufrido por el país en 1982, calculado en 40 mil millones de dólares, que hizo exclamar al entonces presidente, josé lópez portillo, aquella magra promesa: ¡No nos volverán a saquear! Y luego de la encendida retórica, con el ceño fruncido, no pasó nada… salvo el reconocimiento del extinto personaje sobre que quienes iniciaron la fuga de capitales fueron, precisamente, los miembros de su gabinete encabezados por Pedro Ojeda Paullada, de quien poco se supo después. Impunidad, claro, de muy altos decibeles.
Hemos ido de la mano de los escándalos pero jamás habíamos alcanzado cuotas tan altas de inmoralidad pública; cuando menos, se decía, que con el frescor de la renovación sexenal algo mejoraba. El señor peña comenzó, muy orondo, firmando aquel “pacto por México” que nació muerto, como un aborto desagradable del sistema, en plena batahola de reacomodos entre las oposiciones y el supuestamente “nuevo PRI” que, al paso de los meses, se convirtió en un verdadero infierno para cada uno de los sectores sociales; los últimos en resentir la infecunda demagogia de los villanos en el poder han sido sus caballerangos, los burócratas, a quienes se anuló, con desvergüenza increíble, el sistema Pensiónissste, en el que muchos pusieron sus esperanzas, a cambio de volátiles afores destinadas a rebajar, en poco tiempo, la capacidad adquisitiva de cada uno de los trabajadores del Estado tras treinta o más años de servicio.