De política y cosas pores

Armando Fuentes

06/12/17

«Le advierto, compadre, que mi marido llegará dentro de tres horas». Así le dijo la señora de la casa al compadre de su esposo, que había ido a preguntar por él. «¿Por qué me dice eso, comadrita? -se sorprendió el compadre-. No he intentado nada». Respondió la señora: «Se lo digo por si quiere intentar algo, para que sepa que no necesita darse prisa. Tenemos suficiente tiempo». Pepito le contó a Juanito: «El profe de aritmética me iba a poner un 5, pero le llevé un six». Hacía muchos meses que no llovía en la comarca. El padre Arsilio pidió en la misa: «Oremos, hijos míos. Sólo el Ser Supremo puede hacer que venga la lluvia». Don Martiriano se volvió hacia doña Jodoncia y le dijo con asombro: «¡No sabía que también puedes hacer que llueva!». «. Poner en tus noches divinas regueros de estrellas; / buscar en la paz de mi huerto las rosas más bellas; / y, como un pecador arrepentido, / implorar a tus pies perdón y olvido». La canción de Lara es bella, como todas las suyas, y tiene bello nombre: se llama «A tus pies». El nombre es bello, digo, porque tanto puede significar que la canción está dedicada a los pies de una mujer como que quien la canta está rendido ante ella. En labios del Músico Poeta -que cantaba tan feamente, que tan hermosamente cantaba- la canción se hizo muy popular, al grado que la gente adoptó sus últimas palabras, «perdón y olvido», como frase común para usarla en el habla cotidiana. «Si te ofendí, perdón y olvido». «Afrodisio: te dije que no hiciéramos eso. Ahora estoy embarazada». «Caramba, y yo que por razones de trabajo tengo que irme mañana a Timbuctú. Por favor, perdón y olvido». Durante muchos años oí esa expresión que luego ya no oí. La volví a escuchar en boca de López Obrador, que propone ofrecer una amnistía a los traficantes de la droga perdonándoles los crímenes que han cometido. (Sin olvidarlos, dice, por más que en la raíz misma del término «amnistía» está la idea del olvido). Con muchas loqueras ha salido AMLO, pero ésta es locura. Desde el principio la idea está condenada a fracasar: los narcotraficantes no querrán ser amnistiados, pues tal perdón implicaría el abandono de su lucrativo tráfico, del cual obtienen millones de dólares. No buscarán, pues, esa amnistía, a menos que el dirigente de Morena incluya en su propuesta el permiso para que sigan adelante en su tarea con tal de que ya no maten a la gente ni se maten los unos a los otros. La otra parte de la proposición, ésa de pedir al vecino del norte que controle en su territorio el consumo de las drogas, es también de risa loca. Imaginen ustedes a Trump atendiendo una solicitud de México, e imaginen también a los millones de drogadictos que hay allá obsequiando tan linda petición. Desde luego tampoco la sangrienta guerra que en mala hora y sin estrategia alguna desató Felipe Calderón ayudará a resolver el grave problema de la violencia relacionada con el narcotráfico. Hay, sin embargo, una propuesta razonable pendiente de debate: legalizar el comercio de la droga en forma paulatina y bien planeada. Esa proposición no pide ni perdón ni olvido. Tampoco necesita el apoyo de los Estados Unidos. Requiere sólo que nuestro país ejerza plenamente su soberanía y corte de raíz un mal que no desaparecerá ni empleando las armas ni haciendo propuestas aberrantes. Babalucas le contó a la linda chica: «Me compré un reloj muy fino y muy caro, a prueba de golpes, de magnetismo, de agua y de cambios bruscos de temperatura». Pidió la muchacha: «A verlo». «Ya no lo tengo -respondió tristemente el badulaque-. Lo perdí». «Ah, vaya -comentó la chica-. No era a prueba de pendejos». FIN.

MIRADOR.
No sé a cuál de los tres debo invitar a que venga a mi huerto de nogales: a Renoir, a Pissarro o a Van Gogh.
Y es que mi huerto está como para que lo pinten. El otoño ha puesto a los árboles una capa de oro, y todos los amarillos de Dios están en ellos.
Si mis invitados quieren pintar esa maravilla que Diosito ya pintó tendrán que apresurarse: dentro de unos días el prodigio que ahora vemos no lo veremos ya. La belleza, lo mismo que la felicidad, es fugitiva. A poco los árboles quedarán sin hojas, y lo que hoy es maravilla se volverá tristeza. Caminaré por el huerto entre una procesión de oscuros cuerpos que alzan al cielo sus brazos esqueléticos.
Pero eso será después. Ahora es la hermosura. Gocemos de ella, porque después ya no estará. Gocemos de ella, porque después ya no estaremos. Tomemos el instante -es lo único que tenemos- y disfrutémoslo. Mañana será otro día. (Quizá).
¡Hasta mañana!…