De política y cosas peores

Armando Fuentes

30/03/2018

El nuevo párroco del pueblo habló con la pareja de ancianitos al terminar la misa. «Me han conmovido ustedes -les dijo emocionado-. Es muy raro el caso de una pareja que a pesar de los años se sigue amando como el primer día, y vi que ustedes estuvieron tomados de las manos todo el tiempo». Explicó la viejita: «Padre: si no le tomo las manos este tal por cual le agarra las nachas a la mujer que tiene más cerca»… El doctor Ken Hosanna examinó a su paciente, un viejo ricachón de nombre don Pecunio. «Dígame, doctor -preguntó con angustia el valetudinario-. ¿Estoy tan mal como me siento?». «Tranquilícese -respondió el facultativo-. Todavía dará usted muchas alegrías a sus hijos y a sus nietos». «¿De veras, doctor?» -exclamó el vejancón lleno de esperanza. «Sí -confirmó el médico-. Cuando lean su testamento». Aquel señor estaba casado con una mujer de nombre Flordelisa a la que todos llamaban Lisa. Cierto día llevó a un amigo a su casa, y después de abrir unas cervezas le pidió por favor a Flordelisa que les trajera algunas botanas. Pasó un buen rato sin que la esposa apareciera. El visitante le dijo a su amigo: «Hace casi media hora que le pediste a tu esposa las botanas, y no las ha traído». Respondió el otro: «¿Qué no has oído hablar de la hueva de Lisa?»… Ya no hacen el pasado como lo hacían antes. Tan presente está el futuro que se ha perdido la memoria del pretérito. Antes llamábamos «santos» a estos días ahora tan pecadores. En aquellos tiempos hasta los templos hacían penitencia. Sus altares e imágenes se cubrían con velos de color morado, lo mismo que en las casas los espejos, símbolo de vanidad mundana. Mi abuela Liberata, más piadosa aún que la piedad, cubría en esta fecha -viernes de Pasión- las jaulas de sus cenzontles, canarios y gorriones, pues le parecía que sus gorjeos profanaban el luto por la muerte del Señor. Y yo me digo: ¿cómo podremos alegrarnos si no sabemos ya entristecernos?… El amigo de la familia le dio el pésame a la viuda del finado: «Es una lástima que se nos haya ido». «Sí -respondió la mujer-. Pero me consuelo pensando que ahora sí voy a saber dónde pasa las noches el desgraciado»… Doña Gorgona estaba consultando a una adivina. «¡Oh! -se asustó la mujer-. ¡Veo en mi bola de cristal que su yerno morirá de muerte violenta!». «Eso ya lo sé -replicó Gorgolota-. Lo que quiero que me diga es si seré declarada culpable o inocente». Don Chinguetas llevó a su casa a don Algón. Le dijo a su mujer: «Calienta té para los dos». Contestó doña Macalota: «No me caliento para ti, menos voy a calentarme para ese viejo que ni conozco». La vecina vio que Babalucas le estaba propinando fuertes nalgadas a su hijo. Fue hacia él y le preguntó en tono de reproche: «¿Por qué le pega?». «Y más fuerte debería pegarle -replicó el tonto roque-. No sabe usted lo que me hizo. Compré una guitarra, y la estaba tocando cuando este bribón le dio vuelta a una de las clavijas. Con eso me desafinó la cuerda, y ya no pude tocar». La vecina se indignó: «¿Y sólo por eso maltrata así a su hijo?». «No nada más por eso -contestó, rencoroso, Babalucas-. El muy canalla no quiere decirme cuál de las seis cuerdas me desafinó»… La maestra del jardín de niños los llevó a nadar en la alberca de su club. Observó con extrañeza que todos los varoncitos flotaban de espaldas en el agua, pero a las niñas no las dejaban acercarse a ellos. Fue la maestra hacia los niños y les preguntó por qué hacían eso. Pepito respondió por todos: «Es que estamos jugando a los submarinos». Volvió a inquirir con enojo la profesora: «¿Y por qué no dejan que las niñas jueguen también?». Explicó Pepito: «Ellas no tienen periscopio».