De política y cosas peores

Armando Fuentes

14/02/18

El sultán exclamó desolado ante su harén: «¡No es posible! ¿A las trescientas les duele la cabeza?». Doña Jodoncia trataba de enseñar a su gato a que le trajera las pantuflas. Su hija comentó: «Los gatos son muy libres y muy independientes. Hacen sólo su propia voluntad. Nunca lograrás que te obedezca». «¡Bah! -opuso con desdén doña Jodoncia-. Tu padre era más independiente y más libre, y míralo ahora». En la merienda de los jueves las señoras empezaron a conversar acerca de la asiduidad amorosa de sus respectivos cónyuges. Todas se admiraron -y en el interior sintieron un asomo de envidia- cuando una esposa joven declaró que su marido era de todos los días, y  veces hasta de dos veces en el mismo día. Otra dijo que el suyo era de cada tercer día. La siguiente manifestó que su esposo le mostraba su amor una vez por semana. La siguiente reveló que su marido era mesero: una vez al mes. Hubo otra que confesó que su cónyuge era como la declaración de impuestos: anual. «Pues el mío -suspiró una señora- era sexenal. Y nada más llegó hasta Fox». La palabra «jalada», equivalente del españolismo «paja», que es sinónimo de onanismo, de masturbación, sirve en México para nombrar aquello que es absurdo, inútil o forzado, traído por los cabellos. «Eso que dices es una jalada». Las precampañas, por ejemplo, son una jalada, y las intercampañas más. El tinglado electoral, a más de irritante y aburrido, se va volviendo ya grotesco. Al rato tendremos pluscampañas, extracampañas, cocampañas, paracampañas, transcampañas, metacampañas, poscampañas y contracampañas. Y es que demasiada gente vive en México de la política. En ese inmenso número se cuentan no solamente los políticos, sino una profusa burocracia electoral que necesita justificar su existencia -y su permanencia en la nómina- a través de una serie de actividades que nacen, crecen y se reproducen, pero nunca mueren. Si quienes de eso viven se dedicaran a trabajar, México sería el país más productivo del planeta; nuestro Producto Interno Bruto sería bruto, y el ingreso per cápita de los mexicanos sería superior al que registran las naciones más desarrolladas. El exceso de política nos retrasará más. La que en un tiempo se llamó «democracia sui géneris» es ahora una democracia burocrática que obtiene mucho del país y no le aporta nada aparte de una machacona propaganda y una infinita serie de litigios causados por la profusa y confusa legislación hecha por los partidos para los partidos. ¿Intercampañas? Jaladas. Humo de pajas. Menos política necesitamos, y más y mejor administración. Pero aquí los políticos y burócratas son muchos, y la administración muy poca. Por eso estamos como estamos. Por eso no estamos como podríamos estar… Don Algón le dijo a su linda secretaria Rosibel: «Tengo registradas todas las veces que hemos hecho el amor». «¡Qué romántico! -exclamó Rosibel-. ¿Las tiene usted registradas en su diario?». «No -replicó el ejecutivo-. En el talonario de mi chequera». Un joven que se iba a casar le preguntó a un hombre de experiencia cómo era eso del matrimonio. «Al principio es muy bonito -manifestó el experto-. Pero luego termina la ceremonia, sales de la iglesia y ya es otra cosa». Cuatro señoras casadas intercambiaban confidencias sobre los métodos anticonceptivos que empleaban. Una recurría a la píldora. La otra se hizo implantar el IUD. Una tercera prefería el diafragma  (ella dijo «el diagrama»). Declaró doña Macalota:»Yo uso aceite de comer». «¿Aceite de comer?» -se sorprendieron las presentes. «Sí -confirmó ella-. Antes de ir a la cama me unto aceite de comer en todo el cuerpo, y cuando mi marido se me quiere subir se resbala». FIN.El sultán exclamó desolado ante su harén: «¡No es posible! ¿A las trescientas les duele la cabeza?». Doña Jodoncia trataba de enseñar a su gato a que le trajera las pantuflas. Su hija comentó: «Los gatos son muy libres y muy independientes. Hacen sólo su propia voluntad. Nunca lograrás que te obedezca». «¡Bah! -opuso con desdén doña Jodoncia-. Tu padre era más independiente y más libre, y míralo ahora». En la merienda de los jueves las señoras empezaron a conversar acerca de la asiduidad amorosa de sus respectivos cónyuges. Todas se admiraron -y en el interior sintieron un asomo de envidia- cuando una esposa joven declaró que su marido era de todos los días, y  veces hasta de dos veces en el mismo día. Otra dijo que el suyo era de cada tercer día. La siguiente manifestó que su esposo le mostraba su amor una vez por semana. La siguiente reveló que su marido era mesero: una vez al mes. Hubo otra que confesó que su cónyuge era como la declaración de impuestos: anual. «Pues el mío -suspiró una señora- era sexenal. Y nada más llegó hasta Fox». La palabra «jalada», equivalente del españolismo «paja», que es sinónimo de onanismo, de masturbación, sirve en México para nombrar aquello que es absurdo, inútil o forzado, traído por los cabellos. «Eso que dices es una jalada». Las precampañas, por ejemplo, son una jalada, y las intercampañas más. El tinglado electoral, a más de irritante y aburrido, se va volviendo ya grotesco. Al rato tendremos pluscampañas, extracampañas, cocampañas, paracampañas, transcampañas, metacampañas, poscampañas y contracampañas. Y es que demasiada gente vive en México de la política. En ese inmenso número se cuentan no solamente los políticos, sino una profusa burocracia electoral que necesita justificar su existencia -y su permanencia en la nómina- a través de una serie de actividades que nacen, crecen y se reproducen, pero nunca mueren. Si quienes de eso viven se dedicaran a trabajar, México sería el país más productivo del planeta; nuestro Producto Interno Bruto sería bruto, y el ingreso per cápita de los mexicanos sería superior al que registran las naciones más desarrolladas. El exceso de política nos retrasará más. La que en un tiempo se llamó «democracia sui géneris» es ahora una democracia burocrática que obtiene mucho del país y no le aporta nada aparte de una machacona propaganda y una infinita serie de litigios causados por la profusa y confusa legislación hecha por los partidos para los partidos. ¿Intercampañas? Jaladas. Humo de pajas. Menos política necesitamos, y más y mejor administración. Pero aquí los políticos y burócratas son muchos, y la administración muy poca. Por eso estamos como estamos. Por eso no estamos como podríamos estar… Don Algón le dijo a su linda secretaria Rosibel: «Tengo registradas todas las veces que hemos hecho el amor». «¡Qué romántico! -exclamó Rosibel-. ¿Las tiene usted registradas en su diario?». «No -replicó el ejecutivo-. En el talonario de mi chequera». Un joven que se iba a casar le preguntó a un hombre de experiencia cómo era eso del matrimonio. «Al principio es muy bonito -manifestó el experto-. Pero luego termina la ceremonia, sales de la iglesia y ya es otra cosa». Cuatro señoras casadas intercambiaban confidencias sobre los métodos anticonceptivos que empleaban. Una recurría a la píldora. La otra se hizo implantar el IUD. Una tercera prefería el diafragma  (ella dijo «el diagrama»). Declaró doña Macalota:»Yo uso aceite de comer». «¿Aceite de comer?» -se sorprendieron las presentes. «Sí -confirmó ella-. Antes de ir a la cama me unto aceite de comer en todo el cuerpo, y cuando mi marido se me quiere subir se resbala». FIN. MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. El Miércoles de Ceniza es una ocasión penitencial. En esta fecha la Iglesia pone una mancha de luto en la frente de sus fieles. De esa manera les recuerda que han de morir; que son polvo y al polvo habrán de regresar.  El 14 de febrero, en cambio, es ocasión festiva, de vida en plenitud. Quienes en la antigüedad la celebraban notaron que en la fiesta de San Valentín  los pajaritos empezaban a hacer más pajaritos, y eso los movió a fijar ese día para exaltar el sentimiento del amor.  La coincidencia de esas dos fechas mueve a la reflexión. Por un lado nos convoca la memoria de la muerte; por el otro nos llama la alegría de vivir y amar. Celebremos el mismo día los dos días. Pongamos en nuestra frente la ceniza y el amor en nuestro corazón. Recordemos a la hermana muerte y abracemos a la madre vida. Y en el amor vivamos hasta que nos llegue el tiempo de otra vida y de otro amor. ¡Hasta mañana!…