De política y cosas peores

Armando Fuentes Aguirre

27/12/17

«¿Cuánto cobras?». Esa pregunta le hizo un hombre joven a la madura daifa que en una esquina ofrecía sus servicios a los que pasaban. Respondió la mujer: «Cobro mil pesos por lo acostumbrado, y mil 500 si quieres las tres cosas. ¿Vamos?». «No, gracias -declinó el sujeto-. Sólo quería saber cuánto me voy a ahorrar si aplico el método de hágalo usted mismo». (Nota de la redacción. Nuestro estimado colaborador omitió decir cuáles son esas tres cosas que la sexoservidora ofrecía a su clientela). Después de visitar al médico don Algón le comentó a su esposa: «El doctor me recomienda hacer más ejercicio». Inquirió la señora: «¿Y lo harás?». «Sí -aseguró el ejecutivo-. En vez de ver golf en la tele ahora veré tenis». Simpliciano, varón de poco mundo, casó con Pirulina, muchacha sabidora. En la noche de bodas el joven llevó a cabo el acto natural guiado un 5 por ciento por la naturaleza y un 95 por su desposada. Al terminar la acción Simpliciano cuestionó a Pirulina: «¿Soy yo el primero?». «No -respondió ella con franqueza-. Pero quizá te alegrará saber que estás entre los 10 primeros». El día último del año aparecerán aquí, según es tradición, «Los chistes más pelados del año». Tan sicalípticos son esos cuentos que escandalizarán lo mismo a doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, que a los partidos más conservadores del país: Morena y el PES. La publicación de tales chascarrillos será evidencia de que la moral es una especie en vías de extinción. ¡No se los pierdan mis cuatro lectores!… Jamás imaginé, ni siquiera en mis pensamientos más erráticos, que alguna vez estaría de acuerdo en algo con ese barbaján que se llama Donald Trump. Un deber de conciencia me lleva a reconocer que me pareció muy atinada la defensa que el presidente norteamericano hizo de la frase «Merry Christmas», saludo tradicional de Navidad que pretenden suprimir quienes afirman que decir eso es ofender a quienes no profesan una religión cristiana, y proponen que en vez de esa salutación, tan antigua y arraigada, se use la ambigua e inane locución «Happy holidays», algo así como «Felices fiestas», a fin de no agraviar a nadie. Lo políticamente correcto entraña muchas veces incorrecciones graves. Dicha propuesta desnaturaliza la identidad de cada quién, y busca establecer una estandarización que elimina la diversidad y priva a las personas de sus tradiciones distintivas. Judíos, cristianos, musulmanes tienen celebraciones milenarias que no se deben desvirtuar. Pretender igualar lo inigualable es grave error. Por esta vez, y sin que el caso siente precedente, coincido con Trump. No obstante eso mantengo firme el juramento que hice, y que he cumplido ad pedem litterae, de no pisar suelo americano mientras ese soberbio señor esté en la Presidencia del país vecino, cuyas grandes virtudes admiro pero que me hizo sentir desconcertado y abatido cuando eligió como su mandatario a ese hombre ignorante, mentiroso, prepotente, racista, xenófobo, arrogante, machista. (Nota de la redacción. Nuestro estimado colaborador llena 14 fojas útiles y vuelta con términos peyorativos contra mister Trump, expresiones que desgraciadamente nos vemos en la necesidad de suprimir por falta de espacio). Don Solino, célibe irredento, les contó a sus amigos: «En Nochebuena disfruté una cena de siete cubiertos». «¿De veras?» -se asombró uno de ellos. «Sí -confirmó el solterón-. Una pizza y un six de cerveza». Dulciflor, linda muchacha, comentó: «Tengo dudas acerca de la fecha de mi matrimonio. Mi novio quiere que la boda sea el próximo diciembre; mis papás me piden que sea en agosto, y yo quiero casarme en junio. Pero la cigüeña dice que debe ser lo antes posible». FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Cuando María de la Luz y yo nos casamos -eso fue hace 53 años- Acapulco era el lugar de moda para ir de luna de miel.
Ni ella ni yo soñamos jamás con ir ahí. No es que fuéramos pobres, no: éramos ricos. Lo único que nos faltaba era dinero. Acapulco era para nosotros un paraíso inaccesible. Fuimos entonces a otro paraíso: Guadalajara. El buen padre Luis Manuel Guzmán, que nos casó en Saltillo, tenía amigos en esa bella ciudad, y nos consiguió tarifas de regalo en el autobús y en un hotel.
En Tlaquepaque adquirimos un pequeño nacimiento. Sencillo, hecho de barro, lo conservamos todavía. A partir de entonces compramos un nacimiento cada año. Los hemos traído de muchas partes del mundo, y nos han regalado algunos muy hermosos, pero el que más queremos es aquél, el más pequeño, el más humilde.
En este momento lo estoy viendo. Mucha grandeza hay en su pequeñez, y en su humildad se oculta el gran Misterio. Me regala al mismo tiempo los dones del recuerdo y los tesoros de la Navidad.
¡Hasta mañana!…