De política y cosas peores

3/12/2017 – Ella: «Te he entregado mi virginidad. ¿Qué puedo esperar de ti?». Él: «¿Un recibo?». El jefe de personal a la aspirante a secretaria: «¿Tiene usted referencias?». La aspirante: «Tengo tres: 90-60-90». El señor: «Mi mujer se pone amorosa cuando brilla la luna». «El amigo: «Conmigo se pone así cuando brilla la lana». Don Martiriano, el sufrido consorte de doña Jodoncia, a la estupenda morenaza: «Señorita: me dicen que tiene usted fama de destruir matrimonios. ¿Podría hacerme el favor de destruir el mío?». La linda chica: «Me dijo mi jefe que si accedía a pasar un rato agradable con él me regalaría un reloj». La amiga: «A verlo». El marido a su esposa, que lo sorprendió en trance erótico con una bella rubia en el domicilio conyugal: «Tú tienes tus ideas para decorar la casa, y yo tengo las mías». Doña Gorgolota a sus invitados, luego de que su esposo cayó muerto en la mesa de la comida: «Supongo que después de esto ninguno de ustedes querrá probar mi sopa de hongos». La hija: «Me salió un pretendiente riquísimo, pero es viejo, gordo y calvo». La mamá: «Si es rico entonces es maduro, robusto y de frente despejada». El escultor de la Venus de Milo: «La hice así porque los brazos y las manos nunca me han salido bien». Capronio a la madre de su esposa: «Usted y yo tenemos algo en común, suegra. A los dos nos habría gustado que su hija se hubiera casado con otro hombre». El obsequioso caballero: «Y dejando a un lado el incidente, ¿qué tal estuvo la función, señora Lincoln?». El antropófago al misionero metido hasta el cuello en la olla puesta al fuego: «Ya habíamos abandonado esta bárbara costumbre, pero se nos ocurrió independizarnos, y ahora afrontamos un problema de falta de alimentos». El intérprete del árabe a la fea turista de Occidente: «El señor dice que es una pena que algunas de nuestras mujeres no se cubran el rostro». Don Algón a la preciosa chica: «Daría 500 pesos por besar esa boquita». Ella, con una sonrisa: «¿Y por qué no aspira usted al gran premio de los 5 mil pesos?». El confesor: «Por haber hecho el amor con tu novio te impongo como penitencia rezar dos rosarios». La penitente: «Que sean cuatro, padre. Esta noche voy a salir con él otra vez». El elegante señor al pordiosero: «¿Qué le dé 100 pesos del limosna? ¿Por qué tanto?». El pedigüeño: «Es que hoy quiero terminar temprano». La señora en la fiesta, viendo que su marido señalaba una medida con las manos: «O está mintiendo sobre el tamaño del robalo que pescó, o está presumiendo acerca de lo que no tiene». El gato, a la gatita: «Por ti daría al menos cuatro de mis nueve vidas». La esposa: «Esta noche no. Me duele la cabeza». «El esposo: «Te prometo que la cabeza no te la tocaré». El réferi de box a uno de los peleadores: «¡Buena suerte, campeón!». Y al otro: «Y usted, amigo, pronto restablecimiento». La dueña de la tienda, a una amiga: «Mi mayor placer lo obtengo de mi dedo de en medio. Con él marco las ventas en la caja registradora». La mujer a San Pedro: «La verdad, no entiendo. En la Tierra: Amaos los unos a los otros . Y aquí: ¡Al infierno, por p.! «. El lugareño: «El pueblo donde vivo es tan pequeño que no tenemos motel de paso. Nos prestamos nuestras recámaras por turno». Don Poseidón, al pretendiente de su hija: «El hombre que se case con Margaritona se llevará una joya». El pretendiente: «¿Podría enseñármela por favor?». El padre Arsilio: «Los curas viviríamos mejor si los esposo nos dieran por casarlos lo mismo que les dan a los abogados por divorciarlos». El socio del club nudista a la atractiva socia: «¡Te amo con todo el corazón, Godivia! Pero ¿por qué bajas la vista?». Ella: «Para ver si no es puro deseo».FIN.