De política y cosas peores

Armando Fuentes Aguirre

1/09/17

La reina Guinivére contrajo matrimonio con Sir Jock McCock, del clan Bigspear. La noche de las bodas el robusto y sabidor galán le hizo a la soberana un trabajo de primerísimo orden tanto en lo relativo al foreplay como en el performance. Guinivére quedó tendida en el lecho ahíta y satisfecha, si bien con cierto pesar por no haber hecho eso antes. «¡Qué maravilla! -profirió extática-. ¡Es una pena que las clases populares no puedan gozar los mismos placeres que los miembros de la nobleza disfrutamos!». Don Primo Segundo Tercero IV, pilar de la comunidad, oyó decir que algunas personas que han estado al borde de la muerte vieron pasar por su mente toda su vida como en una película. «Si yo llego a ver la mía -comentó tristemente- me voy a pegar una aburrida tremenda». El conductor del programa de preguntas y respuestas le indicó a la concursante: «Hemos llegado a la sección de falso y verdadero. Dígame usted: el nombre del primer hombre fue Adán, ¿sí o no?». «Ay, señor -respondió la mujer-. Estaba tan excitada que ni me acordé de preguntarle cómo se llamaba». Doña Macalota vio llegar en su nuevo coche a su esposo don Chinguetas. Eso no habría tenido nada de particular de no ser porque junto a él venía Ana Conda, hembra muy conocida en el pueblo por su fama de mujer fatal. Salió doña Macalota hecha una furia y le reclamó a su casquivano cónyuge: «¿Qué significa esto?». «Acuérdate -replicó él calmosamente-. Antes de venir te llamé y te dije que el coche traía una sirena». Cuando leí la Biblia en inglés -la hermosa versión del Rey Jaime- tuve una experiencia inenarrable. Cuando la leí en finlandés la experiencia fue más inenarrable aún: no entendí ni una palabra. Ahora trataré de leerla en navajo a ver qué clase de experiencia tengo, tomando en cuenta que en la Segunda Guerra los norteamericanos usaron indios navajos para sus comunicaciones orales y escritas, pues la lengua de ese pueblo es tan compleja que los nazis se quedaban turulatos al oírla o leerla, y muchos decodificadores optaron por el suicidio después de intentar en vano descifrarla. Si se habla de la Biblia, una antigua expresión inglesa de raigambre bíblica es «lo and behold», que algunos traducen como «he aquí» y otros como «atiendan». Pues bien: lo and behold que Donald Trump se topó con un adversario más, éste con nombre de conejo: Harvey. Hasta la naturaleza ya se enemistó con el mandatario yanqui. Ese terrible huracán -me refiero a Harvey- ha provocado daños por miles de millones de dólares, y obligará al presidente norteamericano a destinar billones para la reconstrucción de las zonas afectadas y el auxilio a sus víctimas. Si Trump insiste en aplicar recursos a su infame muro en la frontera con México sus conciudadanos le darán una patada en el trasero, si no es que en parte más sensible. Esperemos que ese «act of God» obligue al insensato mandatario a reconsiderar el muro, o al menos a posponer indefinidamente su aberrante idea. Si no lo hace le asestaré un riquísimo catálogo de maldiciones que he tomado del finlandés, del navajo y del inglés. La esposa de Capronio le dijo: «¿Estás triste porque mi mamá se va mañana?». «Sí -respondió el majadero-. Yo pensé que se iba hoy». Don Rupestro le contó feliz a don Poseidón, su vecino de granja: «El cochino de mi compadre se metió en mi corral, y a consecuencia de eso mi marrana va a tener marranitos. Y asómbrese usted: mi esposa, que no había encargado familia en los 15 años que tenemos de casados, por esos mismos días quedó embarazada». «Don Rupestro -le dijo con voz grave don Poseidón-, en su lugar yo tendría más cuidado con el cochino de su compadre». FIN.La reina Guinivére contrajo matrimonio con Sir Jock McCock, del clan Bigspear. La noche de las bodas el robusto y sabidor galán le hizo a la soberana un trabajo de primerísimo orden tanto en lo relativo al foreplay como en el performance. Guinivére quedó tendida en el lecho ahíta y satisfecha, si bien con cierto pesar por no haber hecho eso antes. «¡Qué maravilla! -profirió extática-. ¡Es una pena que las clases populares no puedan gozar los mismos placeres que los miembros de la nobleza disfrutamos!». Don Primo Segundo Tercero IV, pilar de la comunidad, oyó decir que algunas personas que han estado al borde de la muerte vieron pasar por su mente toda su vida como en una película. «Si yo llego a ver la mía -comentó tristemente- me voy a pegar una aburrida tremenda». El conductor del programa de preguntas y respuestas le indicó a la concursante: «Hemos llegado a la sección de falso y verdadero. Dígame usted: el nombre del primer hombre fue Adán, ¿sí o no?». «Ay, señor -respondió la mujer-. Estaba tan excitada que ni me acordé de preguntarle cómo se llamaba». Doña Macalota vio llegar en su nuevo coche a su esposo don Chinguetas. Eso no habría tenido nada de particular de no ser porque junto a él venía Ana Conda, hembra muy conocida en el pueblo por su fama de mujer fatal. Salió doña Macalota hecha una furia y le reclamó a su casquivano cónyuge: «¿Qué significa esto?». «Acuérdate -replicó él calmosamente-. Antes de venir te llamé y te dije que el coche traía una sirena». Cuando leí la Biblia en inglés -la hermosa versión del Rey Jaime- tuve una experiencia inenarrable. Cuando la leí en finlandés la experiencia fue más inenarrable aún: no entendí ni una palabra. Ahora trataré de leerla en navajo a ver qué clase de experiencia tengo, tomando en cuenta que en la Segunda Guerra los norteamericanos usaron indios navajos para sus comunicaciones orales y escritas, pues la lengua de ese pueblo es tan compleja que los nazis se quedaban turulatos al oírla o leerla, y muchos decodificadores optaron por el suicidio después de intentar en vano descifrarla. Si se habla de la Biblia, una antigua expresión inglesa de raigambre bíblica es «lo and behold», que algunos traducen como «he aquí» y otros como «atiendan». Pues bien: lo and behold que Donald Trump se topó con un adversario más, éste con nombre de conejo: Harvey. Hasta la naturaleza ya se enemistó con el mandatario yanqui. Ese terrible huracán -me refiero a Harvey- ha provocado daños por miles de millones de dólares, y obligará al presidente norteamericano a destinar billones para la reconstrucción de las zonas afectadas y el auxilio a sus víctimas. Si Trump insiste en aplicar recursos a su infame muro en la frontera con México sus conciudadanos le darán una patada en el trasero, si no es que en parte más sensible. Esperemos que ese «act of God» obligue al insensato mandatario a reconsiderar el muro, o al menos a posponer indefinidamente su aberrante idea. Si no lo hace le asestaré un riquísimo catálogo de maldiciones que he tomado del finlandés, del navajo y del inglés. La esposa de Capronio le dijo: «¿Estás triste porque mi mamá se va mañana?». «Sí -respondió el majadero-. Yo pensé que se iba hoy». Don Rupestro le contó feliz a don Poseidón, su vecino de granja: «El cochino de mi compadre se metió en mi corral, y a consecuencia de eso mi marrana va a tener marranitos. Y asómbrese usted: mi esposa, que no había encargado familia en los 15 años que tenemos de casados, por esos mismos días quedó embarazada». «Don Rupestro -le dijo con voz grave don Poseidón-, en su lugar yo tendría más cuidado con el cochino de su compadre». FIN.
MIRADOR. Por Armando FUENTES AGUIRRE. Iba la lechera con su cántaro camino del mercado. La alegraba el pensamiento de lo que haría con el dinero de la venta de la leche: compraría huevos que le darían pollos que vendería para comprarse una vaca que le daría terneros que vendería para comprarse una casa que le permitiría conseguir marido. En eso -¡oh desgracia!- tropezó y cayó. El cántaro se quebró; se derramó la leche. ¡Adiós huevos y pollos! ¡Adiós vaca y terneros! ¡Adiós casa y marido! Por fortuna pasaba por ahí un fabulista que se prendó de la lechera y la desposó. Ahora la lechera tiene al fabulista escribiendo fábulas a mañana, tarde y noche. Ella vende lo que escribe su marido, y con el dinero compra huevos y pollos, y terneras y casas. Se da la gran vida mientras el infeliz de su esposo se mata haciendo fábulas. No sé si esto que acabo de escribir tenga una moraleja. Si la tiene, que les aproveche a los fabulistas. ¡Hasta mañana!…