De política y cosas peores

Armando Fuentes

22/07/17

Simpliciano, joven sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha sabidora. Al empezar la noche nupcial el recién casado le preguntó, solemne, a su flamante mujercita: «Dime, Pirulina: ¿eres virgen». Replicó ella: «Si quieres una virgen ve al Cielo. Ahí hay más de 11 mil»… Doña Macalota, esposa de don Chinguetas, le dijo con enojo a su marido: «¿Que por qué me compré este collar y estos aretes? Tú le compraste anillos a tu coche, ¿no?». Se casó don Antonino, señor septuagenario, con Bucolia, muchacha campesina en flor de edad. La noche de las bodas, ya en el tálamo los recién matrimoniados, la zagala le dijo al vejancón: «Quite su codo de ahí, don Antonino. Me está lastimando la espalda». Respondió el bien guarnido señor: «No es el codo». Al oír eso exclamó jubilosa la muchacha: «¡Tony mío!»… La señora no le arreglaba a su marido un pantalón cuyo zipper ya no servía. «Así me lo voy a poner -le dijo él a su esposa-, para que todo el mundo sepa la clase de mujer con la que debo conformarme». Contestó ella: «Haz eso. Si andas por ahí con la bragueta abierta todo el mundo sabrá la clase de hombre con el que debo conformarme yo»… Hay en México una oficina encargada de procurar la simplificación de los trámites que se deben hacer ante las oficinas públicas. Pocos ciudadanos, sin embargo, recurren a esa dependencia: los trámites que se deben hacer ante ella son muchos y muy complicados. Nuestro país, no cabe duda, es burocrático. El gobierno hace muy pocas cosas, pero todas las hace con 15 copias. Si la cantidad de burócratas se redujera a la mitad no pasaría nada, y las cosas funcionarían mejor. Quise presentar una iniciativa en tal sentido. Me dieron un formulario con los trámites que debo hacer para presentarla. Son más de mil, uno en cada una de mil ventanillas diferentes. Así no se puede. Una recién casada le dijo a su marido: «No sé por qué dices que soy una celosa porque todas las noches te reviso a ver si no traes señas de lápiz labial, o un cabello de mujer en la solapa. También Eva le contaba todos los días las costillas a Adán para ver si no le faltaba otra costilla». Aquel náufrago tenía ya 10 años en una isla desierta, sin compañía de mujer. Cierto día salió del bosque una hermosa cabrita. El hombre fue hacia ella, pero salió también un feo perro que empezó a ladrarle y la mostrarle los colmillos. En eso el hombre avistó una balsa en la cual venía una hermosa mujer, pues su barco también había naufragado. La rescató; le dio agua y comida. «Pídeme lo que quieras» -le agradeció ella. Replicó el tipo. «Detenme a ese perro». Empédocles Etílez y Astatrasio Garrajarra, ebrios consuetudinarios, iban dando traspiés por la calle sosteniéndose uno al otro trabajosamente. En eso pasó junto a ellos una mujer cuyas piernas eran tan delgadas que parecían dos hilos salidos de su falda. Empédocles le dijo a su contlapache: «Mire, compadrito, qué buenas piernas tiene esa dama». Opuso el otro: «No sé por qué dice usted eso, compadre. Las tiene rete flacas». «Por eso, compadrito. Las tiene muy buenas: nunca se le han quebrado». Don Poseidón, granjero acomodado, hombre chapado a la antigua, incivil y sin educación, le dio un consejo a su hijo primogénito, que se iba a casar. Le dijo: «Si su mujer les da problemas a m hijo siga los siguientes pasos: póngasela en las rodillas; súbale la falda, bájele el chonino y dele unas buenas nalgadas». Semanas después el vejancón le preguntó al muchacho si su esposa le había dado motivos para poner en práctica el consejo. «Sí, apá -respondió el muchacho-. Lo malo es que cuando llego al tercer paso ya se me pasó el coraje»… FIN.

MIRADOR.
Variación opus 33 sobre el tema de Don Juan.
Don Juan, es bien sabido, fue el más grande seductor de su tiempo.
Tan sutiles eran sus artes de galán que en una semana sedujo a siete mujeres. Voy a decir sus nombres:
Doña Inés.
Doña Elvira.
Doña Francisca.
Doña Jimena.
Doña Urraca.
Doña Susana.
Y doña Flor.
Sucedió un día que varias mujeres se reunieron a conversar. Dijo una:
-¡Qué fácilmente sedujimos a don Juan!
Eran doña Flor, doña Susana, doña Urraca, doña Jimena, doña Francisca, doña Elvira y doña Inés.
¡Hasta mañana!…