De política y cosas peores

Armando Fuentes

12/06/17

Don Languidio Pitocáido, señor de edad madura, fue a una marisquería con su esposa. Les recomendó el mesero: «Nuestro coctel Vuelve a la Vida es capaz de resucitar a un muerto». La señora lo llevó aparte, le deslizó en la mano un billete y le dijo por lo bajo: «Llévele uno de esos cocteles a mi marido y déjeselo caer en la entrepierna». El equipo de atletismo de una universidad fue a competir en una ciudad vecina. El entrenador se enteró de que por falta de habitaciones dos de sus muchachos, chico y chica, tendrían que compartir no sólo el mismo cuarto, sino también la misma cama. Les dijo: «Pondré entre ustedes una almohada». Así lo hizo, y la noche transcurrió sin novedad. Al día siguiente ella le preguntó a su compañero: «¿Cuál es tu especialidad en atletismo?». Respondió él: «Salto de altura». «No has de ser muy bueno -acotó la muchacha-. Anoche no fuiste capaz de saltar una miserable almohada». Hubo un choque de varios automóviles. Le dijo uno de los conductores al oficial de tránsito: «La señora tuvo la culpa. Indicó que iba a voltear a la izquierda, y volteó». Wang Lu, cocinero en un barco, era objeto de pesadas bromas por parte de los marineros. Terminó la travesía y el sufrido oriental se despidió de sus compañeros de navegación. Uno de ellos tomó la palabra y a nombre de todos le ofreció disculpas por la forma en que se habían portado con él, siempre mal.»Oh no -manifestó Wang Lu-. A veces se poltaban legulal. Cuando se poltaban legulal les meneaba el té con el dedo». Un padre de familia que tenía hijos adolescentes le comentó a otro: «Me preocupa la educación sexual que les imparten a nuestros hijos en la escuela. Si les enseñan la cuestión del sexo en la misma forma en que les enseñan matemáticas y español, jamás van a aprender a follar bien». La educación sexual ha de consistir en enseñar a los educandos a ejercer su sexualidad en forma responsable, de modo de no causarse a sí mismos problemas y sufrimientos y no causarlos a los demás. Sorprende que todavía haya quienes se oponen a que los jóvenes reciban esa educación. Las estadísticas sobre el número de embarazos entre adolescentes deberían convencer a todos de la necesidad de que en el hogar y la escuela los padres y maestros orienten a sus hijos y alumnos sobre materia tan indispensable. Les enseñamos raíz cuadrada y logaritmos y no les enseñamos a protegerse contra las penosas consecuencias que tiene el sexo cuando se ejerce sin conocimiento y sin responsabilidad. Cada día son mayores las tentaciones que afrontan los muchachos, de modo que pedirles que sean ángeles es predicar en el desierto. Es necesario enseñarlos a protegerse. No andaba errada la mamá que le decía a su hija en edad de merecer: «Ten hijita. Con esto tú estarás más tranquila, y yo también». Y así diciendo le entregaba un condón. En efecto, más vale prevenir que lamentar. Eso no es permisividad; es prudencia. Eduquemos a nuestros jóvenes en esa materia tan importante y descuidada. Ojos que no ven, corazón ¿qué hacemos?… En la noche de bodas el novio le dijo, extático, a su flamante mujercita: «¡Flordelisia! ¡Tu cuerpo merecería ser esculpido en mármol de Carrara!». Un tipo que pasaba por ahí escuchó tal arrebato y llamó la puerta. Preguntó el novio desde adentro: «¿Quién es?». Respondió el sujeto: «Rodino Berni, premio de escultura en la Bienal de Florencia». Llegó un sujeto a la oficina de cierto partido político y le dijo al que estaba ahí: «Vengo a registrarme como candidato a diputado». Preguntó el encargado: «¿Tiene usted antecedentes penales?». Inquirió a su vez el individuo: «¿Es requisito indispensable?». FIN.

MIRADOR

Aquel lobo gritaba:
-¡Que viene el pastor, que viene el pastor!
Todos los lobos corrían a defenderse, pero el pastor no venía. El lobo los había engañado.
En adelante ya nadie le creyó al lobo. Era un mentiroso.
Cierto día el lobo engañador volvió a gritar:
-¡Que viene el pastor, que viene el pastor!
Los lobos no se movieron: ya estaban acostumbrados a las mentiras de aquel lobo. Pero ese día sí llegó el pastor, y los molió a todos a palos.
El autor de esta pequeña fábula no gusta de las moralejas. Pero una cosa ha aprendido: las moralejas son inevitables. La de este cuentecillo es la siguiente: hay veces que los mentirosos dicen la verdad.
¡Hasta mañana!…