De política y cosas peores

Armando Fuentes

25/03/17

Antes de proceder a la consumación del matrimonio el novio le preguntó a su mujercita con voz grave y solemne: «Dime, Pirulina: ¿eres virgen?». «No» -respondió ella con paladina claridad. Y añadió, desenfadada: «Tú tampoco eres San José, mi vida. Pero no importa: ésta es una noche de bodas, no una pastorela». El líder del sindicato de burócratas les informó a los agremiados: «Compañeros: hemos logrado una nueva conquista sindical. En adelante sólo trabajaremos los martes». Se oyó una voz cansina: «¿Todos los martes?». Doña Jodoncia le anunció a su esposo, don Martiriano: «Este año haremos un crucero por el Mar Caribe». «Pero, mujer -opuso él-. No tenemos dinero». Replicó la esposa: «Para eso son las tarjetas de crédito». Manifestó don Martiriano, tímido: «No me gusta viajar con dinero prestado». «¿Qué? -le contestó airada la tremenda señora-. ¿Te crees mejor que Colón?». El doctor José Narro Robles es culto, inteligente, talentoso, lúcido, diestro, refinado, ingenioso, educado, sabio y perspicaz. Todo eso se puede decir en una sola frase: el doctor José Narro es de Saltillo. Por esas cualidades, y por otras muchas más que como saltillense tiene, parece ser que el prigobierno lo está considerando como valiosa opción para la elección presidencial del próximo año. No es que la caballada del PRI esté flaca; lo que sucede es que el PRI no tiene caballada, y las cúpulas oficiales empiezan a ver en el doctor Narro a un posible abanderado en esa contienda electoral. Debo decir, empero, que si mi paisano obtuviera la candidatura eso equivaldría, para usar el modismo popular, a sacarse la rifa del tigre. Hoy por hoy el PRI se encuentra en uno de los peores momentos de su historia. Y vaya que ha tenido unos muy malos. Prácticamente todas las encuestas le dan al partido oficial el tercer lugar en la preferencia de los electores. Conozco al doctor Narro, y estoy seguro de que sería un magnífico presidente, mejor, mucho mejor, que cualquiera de los aspirantes a suceder a Peña Nieto. Pero sus posibilidades de obtener el triunfo son muy pocas, así de grande es la inquina de los ciudadanos contra el gobierno actual y contra el PRI. Muy probablemente le sucedería al doctor Narro lo mismo que le pasó a don Francisco Labastida Ochoa. Desde todos los puntos de vista era infinitamente mejor que Vicente Fox, excepción hecha de como candidato. México habría corrido mejor suerte con él que con el hombre de las botas. Pero las circunstancias sentaron en la silla presidencial a Fox y a doña Marta, y ansina nos fue. Lo mismo podría pasarle al doctor Narro frente a López Obrador, dicho sea sin ánimo de hacer comparaciones. El secretario de Salud es institucional. (Al Presidente le dice «jefe»). Si Peña Nieto le pide que sea el candidato desde luego aceptará. En ese caso, sin embargo, su aceptación equivaldría a un sacrificio. Pero en el sistema priísta, de disciplina a machamartillo, es imposible decirle «No» al jefe. La rifa del tigre, pues. El doctor Ken Hosanna, médico personal de don Languidio, le dijo a la esposa de éste: «Me preocupa la salud de su marido, señora. Está muy débil, agotado, al borde de la extenuación. Debe evitar cualquier esfuerzo. Le indicaré que le haga el amor a usted una vez al mes». «¡Fantástico!» -se alegró la señora-. ¡Ahora me lo hace una vez al año!». El hijo mayor de don Poseidón contrajo matrimonio. De regalo de bodas su padre le dio una escopeta belga de dos cañones. «¿Una escopeta  apá? -se desconcertó el muchacho-. Habría preferido que me regalara usté un reloj». «¿Y pa  qué ingaos quiere mijo un reloj? -se enojó el viejo-. Supongamos que llega usté a su casa y encuentra a su mujer con otro hombre. ¿Qué hará entonces? ¿Tomarles el tiempo?». FIN.