De política y cosas peores

Armando Fuentes

25/03/16

El padre Arsilio les contaba a los niños del catecismo la historia de Herodes. Relató: «Después de que aquel mal monarca mandó matar a los Santos Inocentes una madre se dirigió a Herodes y le dijo: Serás castigado, porque hay alguien que vale más que un rey «. El padre Arsilio hizo una pausa y luego les preguntó a los niños: «¿A quién se refería esa pobre madre? ¿Quién vale más que un rey?». Sin pedir la palabra Pepito respondió: «¡Un as!»… El doctor Ken Hosanna examinó a don Crésido, anciano ricachó, y luego hizo: «Mmm. Mmm». Ese sonido, indicativo de preocupación, le servía para elevar el monto de sus honorarios. Preguntó con angustia el valetudinario: «¿Cómo me ve, doctor? ¿Estoy muy mal?». Respondió el facultativo: «No se preocupe, don Crésido. Todavía podrá usted dar mucha alegría a sus hijos y a sus nietos». «¿De veras, doctor?» -exclamó el carcamal, esperanzado. «De veras -confirmó el galeno-. Se alegrarán mucho cuando conozcan su testamento». La maestra del kinder, que había llevado a los niños a nadar, observó que todos los chiquillos flotaban de espaldas en la alberca, sin dejar que las niñas se acercaran, cosa que mortificaba mucho a las pequeñas. Fue la profesora con los chamacos y les preguntó qué sucedía. Uno contestó a nombre de todos. Dijo: «Estamos jugando a los submarinos». Inquirió, severa, la maestra: «¿Y por qué no dejan que las niñas jueguen también?». Explicó el niño: «Ellas no tienen periscopio». «. Amo a mi esposo. Mi amor por él es misericordioso e inmutable. Creo en mi esposo. Comprendo su error y lo perdono. Sus errores humanos nunca me apartarán de su lado. A pesar de sus fallas estaré con él para siempre.». Esas palabras las dijo Hillary Clinton, ahora precandidata a la presidencia de los Estados Unidos, allá en aquellos años, cuando salieron a la luz las travesuras eróticas de su cachondo esposo Bill. ¡Ah, mujeres del mundo! ¡Atesorad las frases de esa sapiente dama como si fueran perlas de Ofir, esmeraldas de Saba o rubíes de Ormuz! ¡Cuánta sabiduría hay en ellas! Toda esposa debería tenerlas grabadas, si no en mármol eterno o bronce duradero sí en la memoria y en el corazón. ¡Guardad esas palabras, mujeres mexicanas, y repetidlas una y otra vez para nunca jamás olvidarlas! ¡Son oro en polvo esos conceptos, tan ponderados, tan discretos, tan inteligentes, tan atinados, tan prudentes, tan comedidos, tan cuerdos, tan juiciosos, tan sensatos, tan reflexivos, tan moderados, tan razonables, tan circunspectos, tan serenos, tan equilibrados, tan correctos, tan maduros, tan mesurados y tan sabios! ¡Hacedlos vuestros, mujeres de mi Patria! Con ellos en el pensamiento tended un velo de compasión y amor sobre nuestros desvíos de débiles varones, y compensad con vuestra grandeza nuestra pequeñez. Ya veis lo bien que le ha ido a Hillary. Don Poseidón, ranchero acomodado, fue a consultar a un médico. Éste, después del correspondiente examen, le recetó varias píldoras. Le dijo al despedirlo: «No se le olvide: las píldoras verdes son para el riñón, las rojas para el hígado y las azules para el corazón». Respondió el silvestre señor: «A mí no se me olvidará, doctor. Pero las píldoras, ¿saben pa ónde ganar?».Narraré ahora la historia del vaquero ingrato. Atacado por los indios recibió un flechazo. Para salvar la vida escapó a todo galope en su caballo y se internó en el desierto de Mojave. Herido, sin agua, bien pronto el agobiante sol lo hizo perder el sentido. Cayó de su caballo, e iba a morir seguramente. Pero ¡oh maravilla¡ El corcel tomó con los dientes su sombrero y galopó hasta encontrar un charco de agua. Llenó con ella el sombrero, regresó a donde estaba su amo y le dio a beber el agua. Luego lo arrastró hasta una cueva donde estaría protegido del sol. A toda prisa fue después hasta el pueblo donde vivía su amo, y dirigiéndose al consultorio del doctor lo guió hasta donde estaba el vaquero. Así, gracias a su corcel, el cowboy salvó la vida. Semanas después un periodista que se enteró de la historia entrevistó al vaquero. Le dijo: «Pienso que su caballo es el animal más inteligente de este lado de las Rocallosas». «Ni tanto -respondió el ingrato con desdén-. El pendejo me llevó un veterinario». FIN.

MIRADOR

Soneto para decirlo en Viernes Santo.
¿Y ese afán por negarte y resistirme?
¿Y ese volverte sordo a mi llamado?
¿Y ese fingirte muerto y sepultado?
¿Y ese clavar tu puerta por no abrirme?

¿Y ese tu vano empeño por huirme,
cuando soy cruz y tú crucificado?
¿Y ese quererme huir, desatentado,
siendo tú el preso y yo la cárcel firme?

¿Cómo podrás echarme de tu lado
si yo soy la corona de tus sienes
y la llaga que rompe tu costado?

Sé mi cautivo, pues. Te he derrotado…
Señor: te tengo ya porque me tienes.
Porque te busco, Dios, ya te he encontrado.
AFA.
¡Hasta mañana!…