De política y cosas peores

Armando Fuentes

27/12/2015

MÉXICO, DF 26-Dic .- Liliflor les informó a sus padres que su novio la había embarazado un poquitito. Explicó para justificarse: «Lo hice por debilidad», Rebufó con enojo el genitor: «¿Y a poco aquello es vitamínico?». Pigricio Galbano, hombre flojo y perezoso, se la pasaba durmiendo todo el tiempo. Parecía diputado o senador en el salón de sesiones. Cierto día su esposa le dijo con disgusto: «¿Por qué no buscas un empleo, Pigri? Trabajo sobra». «¡Ah, no! -se ofendió el zángano poltrón-. ¡Yo no acepto sobras de nadie!». Las señoras se quejaban de sus maridos fumadores: enrarecían el aire de la casa; quemaban la ropa y el tapiz de los muebles; lo apestaban todo con sus humos; regaban por dondequiera sus cenizas. Una de las señoras, en cambio, dijo con orgullo: «Mi marido acostumbraba fumar puros, y hace más de un año que no se pone uno en la boca». Preguntó con mucho interés otra: «¿Ahora dónde se los pone?». El grandílocuo conferencista dijo a sus oyentes: «Tengo una fórmula infalible para acabar con el comunismo, para acabar con el fascismo y para acabar con el totalitarismo». Preguntó desde su asiento doña Pasita: «¿Y no tiene una para acabar con el reumatismo?». Dos hombres casados estaban platicando en el bar. Uno de ellos se quejó con triste acento: «Mi mujer me trata muy mal. Dice que soy un completo idiota». «Entonces a mí me va mejor -se consoló el otro-. La mía me dice nada más pedazo de idiota «. Pirulina, muchacha pizpireta, fue invitada por Simpliciano, joven candoroso, a dar un paseo en automóvil. Salieron de la ciudad y llegaron a un romántico paraje llamado el Ensalivadero, al que solían acudir las parejitas en la noche. Brillaba la luna en el cielo, que es donde debe brillar; cantaba el viento entre las frondas y se percibía en el aire un dulce y embriagador perfume de gardenias. Propuso Pirulina: «¿Por qué no nos pasamos al asiento de atrás del coche?». Opuso Simpliciano inquieto: «¿Y después cómo manejo?». El hijo de don Poseidón se casó, y el rudo labriego le dio a su hijo una escopeta de dos cañones como regalo de bodas. Dijo el muchacho, desconcertado: «Yo esperaba un reloj, apá». «¿Un reloj? -se enojó don Poseidón-. ¡No sea tarugoo! Vamos a suponer que un día llega usté a su casa y encuentra a su mujer con otro hombre. ¿Qué va a hacer? ¿Decirles cuánto tiempo les queda?». .Nalguiria Granderriére, vedette de moda, llegó a la conferencia de prensa. Le preguntó un periodista: «¿Cuál es tu verdadera nacionalidad?». Respondió ella: «Soy parte francesa y parte inglesa». Comentó por lo bajo una reportera: «Y la mayor parte silicones». Susiflor le dice a Rosilí: «Mi novio Cástulo es muy respetuoso, muy caballero, muy comedido, muy virtuoso. No me agarra ni la mano. ¡Ya me tiene harta el imbécil!». La reina Margarina, soberana de Livornia, casó con el príncipe Pedipe. La noche de las bodas él le hizo una demostración de amor digna de una página de Casanova o el Decamerón. Agotado el erótico deliquio la reina quedó extática, arrobada, suspendida, transportada y encantada. Salió poco después de su arrebato y le preguntó con feble voz a su marido: «Dime, amado Pedipe: el pueblo bajo ¿también disfruta esto?». «Desde luego que sí, mi amor -respondió el príncipe consorte-. Es más: creo que la gente común goza esto con más frecuencia e intensidad que nosotros». «¡Chingao! -prorrumpió la soberana empleando una interjección muy poco real-. ¡Y luego se quejan de que todo lo bueno lo tenemos nada más los nobles!». La maestra del grupo de Pepito les dijo a los niños: «Quietos todos. Quiero un silencio tan profundo que pueda oírse la caída de un alfiler». Los críos obedecieron. Cuando se hizo el silencio Pepito le dijo a la maestra: «Ahora sí, suelta el alfiler».El recién casado llegó a su casa después del trabajo diario, y el entrar en la alcoba conyugal ¿qué vio? A su flamante mujercita refocilándose en urente trance de lujuria con Jock McCock, fornido gañán venido de Escocia. Antes de que el estupefacto marido pudiera pronunciar palabra le dijo su descocada mujercita: «Ni me digas nada, Corniliano. Recuerda que antes de casarnos te dije que todas las noches me gusta echarme un escocés». Respondió en paroxismo de furor el lacerado esposo: «¡Sí, desvergonzada! ¡Pero yo creí que te referías al whisky!». FIN.

MIRADOR

HISTORIAS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO.
Tomó el Señor un poco de barro -su principal materia prima y empezó a modelar la figura de un hombre.
Lo hizo alto, erguido de cuerpo, con ojos penetrantes, cejas juntas, cabeza sin pelo y vellida barba blanca. Luego le puso un libro en una mano y un cráneo de chimpancé en la otra.
Le preguntó el Espíritu:
-¿Qué haces?
Respondió el Creador sin suspender su obra:
-Estoy haciendo a un hombre que se llamará Darwin .
-¿Otro hombre? -se asombró el Espíritu-. ¿No crees que ya hay bastantes hombres sobre la tierra?
-Es cierto -reconoció el Señor-. Pero necesito uno que les explique a los demás cómo hice esto.
¡Hasta mañana!…

MANGANITAS

«. Atribuyen a los ostiones
poderes afrodisíacos.».
Un señor de muchos años
dijo: «Ahora los uso menos,
pues, lo digo sin engaños,
ya no están saliendo buenos».