De política y cosas peores

Armando Fuentes

26/12/15

En la cena de Navidad el tremendo Pepito derramó sobre la mesa su vaso de refresco. «¡Tiznada madre!» -exclamó con disgusto. «¡Pepito! -se consternó su mamá-. ¿Dónde aprendiste a decir eso?». Dijo Pepito: «Se lo oí anoche a Santa cuando al dejar los regalos se golpeó el dedo gordo del pie en la pata de la mesa». Don Chinguetas les comentó a sus amigos: «Mi esposa es muy previsora. En enero de 2015 compró a precio de remate 200 tarjetas de Navidad,y las guardó en un lugar seguro para enviarlas en los primeros días de diciembre. Todavía anda buscando el lugar seguro en que las puso». Una señora acudió a la asociación benéfica a pedir ayuda para comprar una casa de interés social -dos habitaciones, 36 metros cuadrados- y vivir ahí con su familia. La acompañaban 12 niños. La encargada le preguntó: «¿Tiene usted 12 hijos, señora?». «Tengo 16 -respondió la mujer-. En la casa dejé a los mayorcitos cuidando a su papá «. «Entonces -dijo con una sonrisa la encargada-, lo que su marido debe conseguir es un condominio». Respondió la señora: «Le he comprado varios, pero nunca se los quiere poner. Por eso tenemos 16 hijos». Apenas ha pasado el alborozo -el alboroto- de las fiestas navideñas y ya se escuchan voces ominosas que anuncian un agravamiento de la crisis económica en el 2016. No desdeño esos oscuros vaticinios -los vaticinios oscuros son los que menos se deben desdeñar- pero he observado que siempre al final de cada año se augura que el siguiente será peor. Entiendo que eso viene sucediendo desde los tiempos de Acamapixtli, primer emperador azteca. Y aquí estamos. Esperemos con buen ánimo el nuevo año y sigamos trabajando con fe en nosotros mismos y en nuestro país. Don Chinguetas salió muy enojado del teatro de variedades. «¡Esto es un fraude! -protestó ruidosamente. El anuncio dice: Más de 50 coristas . ¡Pero son coristas de más de 50!». Don Añilio, señor ya entrado en años, pero todavía con partes aprovechables, le pregunta en la posada del barrio a Solicia Sinpitier, madura señorita soltera: «¿Quiere usted bailar, amiga mía? ¿O prefiere tomar una copa? ¿O le gustaría mejor que fuéramos a un lugar un poco más discreto?». Contestó Solicia: «Sí. Sí. Sí». La esposa de Jactancio P. Tulante viajó a Francia, y él fue a despedirla en el aeropuerto. «Me traes una francesita» -le dijo. Cuando la señora regresó del viaje le preguntó Jactancio con aviesa sonrisa de faceto: «¿Me trajiste la francesita?». «Sospecho que aquí traigo algo -respondió la señora señalándose la barriga-, pero no sé si será francesita o francesito». (Nota del autor. ¡Cómo se quedaría P. Tulante! Bien merecida tuvo la lección, por fatuo, presumido, fanfarrón, vanidoso, pedante, engreído, insolente y baladrón)… Un vaquero del oeste le comentó a otro: «Soy hombre de letras». Preguntó el otro, admirado: «¿Has leído mucho?». «No -respondió el cowboy-. Me senté sobre los fierros de marcar». «Y dime hijo: ¿estás saliendo con muchachas buenas?». «Sí, mamá. Para salir con las malas no tengo dinero»… Se reunió la generación a fin de celebrar 50 años de haber salido de la universidad. Uno de los asistentes al encuentro le comentó con tristeza a otro: «Definitivamente ya estamos viejos». «Claro que ya estamos viejos -contestó el otro-. ¿Por qué lo dices?». Respondió el otro, cariacontecido: «En el hotel nos van a poner a hombres y mujeres en el mismo cuarto». Margarola, mujer en flor de edad y rica en carnes, casó con don Languidio Pitocáido, senescente caballero sobre el cual se habían acumulado muchos calendarios. Al volver de la luna de miel las amigas de la desposada, llenas de curiosidad, le preguntaron cómo le había ido. Respondió ella: «Mi noche de bodas no fue noche de bodas. Fue Noche de Paz». Otras amigas del mismo grupo se casaron también, una con novio joven y otra con galán maduro, aunque no tanto como Pitocáido. Cuando se encontraron después del viaje de bodas la esposa del marido joven comentó, feliz: «¡Estuve de luna de miel 30 días, y me pareció que había pasado un segundo!». Dijo la otra, mohína: «En mi caso, para un segundo tuvieron que pasar 30 días». (No le entendí). FIN.

MIRADOR

Necesito un cuaderno de mil hojas y un pedacito de papel de tres centímetros.
El cuaderno de mil hojas es para apuntar todo lo que espero recibir el próximo año.
El pedacito de papel es para escribir lo que estoy dispuesto a dar a cambio de tener todo lo que espero.
Lo más probable es que al final del año lo que recibí tenga la misma medida de lo que aporté. Siempre acabamos por aprender que no recibimos sino lo que hemos dado.
Si llenamos la medida de los demás, nuestra propia medida se verá colmada.
Y si no recibimos la recompensa aquí y ahora eso será mejor, pues entonces nos compensará alguien que retribuye con más largueza que los hombres.
¡Hasta mañana!…