De política y cosas peores

Armando Fuentes

23/12/15

Una chica le dijo a Babalucas: «Esta Navidad le voy a regalar a mi novio una mascada». Inquirió, preocupado, el badulaque: «¿No le irá a doler?». Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, llegó a su casa al término de un viaje que hizo con sus amigas a Las Vegas. Las señoras debieron acortar su estancia en esa ciudad que antes se llamaba «del pecado», cuando aún había noción del pecado. A todas se les acabó el dinero, de modo que doña Panoplia hizo su arribo en forma inesperada. Al entrar en la alcoba ¿qué miró? A don Sinople, su marido, entrepernado en el lecho conyugal con la mucama, mujer de buenas carnes, pues las tenía abundosas tanto en la región septentrional como en la austral. «¡Caracoles! -exclamó doña Panoplia, que en tiempos de su juventud había representado comedias de los hermanos Álvarez Quintero-. ¿Por qué haces esto, infame?». Respondió mansamente don Sinople: «Lo hago sin mala intención, querida; simplemente por placer». «Ah, menos mal -dijo ella con alivio-. Pensé que lo estarías haciendo por venganza, porque te habías enterado de que yo hago esto mismo con el chofer». Frase melancólica: «Los regalos de Navidad de hoy son la venta de garage de mañana». Doña Macalota le informó a su esposo don Chinguetas: «Estamos apurados de dinero. Vamos a tener que prescindir de muchas cosas que realmente no necesitas». Difícil tarea aguarda a Rafael Tovar y de Teresa como titular de la Secretaría de Cultura. Considero un acierto del presidente Peña Nieto haber creado esa secretaría, y pienso que igualmente anduvo atinado al ponerla en manos de quien antes fue titular del Conaculta. Hombre de pensamiento y acción al mismo tiempo, Tovar y de Teresa es gente de libros, y se desenvuelve bien en los entretelones del poder. Complicada política es la cultural: los artistas y los intelectuales son gente de trato dificultoso, cuyo ego, exacerbado siempre, los lleva a sentirse cada uno el non pelustra, como dijo la culta dama por decir «el non plus ultra». Por otra parte se cierne sobre la nueva dependencia el fantasma del burocratismo, oscuro medio donde suelen naufragar los fines. Algo deberá tener muy presente el secretario de Cultura: fuera de México ya no todo es Cuautitlán. Su gestión no deberá circunscribirse únicamente -y ni siquiera principalmente- a la capital del país. Una gestión que no mire más allá de los Indios Verdes no servirá al propósito señalado por el presidente Peña, de «salvaguardar nuestra pluralidad cultural». El centralismo cultural desvirtuaría la esencia de esa secretaría, cuya naturaleza, de sobra está decirlo, es nacional. El secretario Tovar y de Teresa debe alistar ya sus maletas y viajar por la República a fin de dar apoyo a lo que se hace en ese vastísimo territorio llamado la provincia, rico mosaico -si me es permitida esa inédito símil de albañilería- donde se muestra la pluralidad que Peña Nieto mencionó. Reitero mi opinión en el sentido de que la secretaría de Cultura quedó en muy buenas manos, y por el bien de México deseo que el nuevo secretario tenga éxito en su gestión. Enfermó la esposa de Afrodisio, hombre proclive a la concupiscencia de la carne. En el hospital él gemía desconsoladamente: «¿Qué voy a hacer, Dios mío? ¿Qué voy a hacer?». Le dijo el médico: «Tranquilícese, señor. La enfermedad de su esposa no es grave. Seguramente mañana mismo la daré de alta». «Sí -volvió a gemir Afrodisio-. Pero ¿qué voy a hacer hoy en la noche?». Simpliciano, joven varón sin ciencia de la vida, obtuvo de Pirulina, muchacha sabidora, la promesa de ir a visitarlo esa noche en su departamento. Para el efecto el boquirrubio se acicaló convenientemente: vistió su mejor atuendo y se echó encima lo que en inglés se llama un jeroboam de loción. Al día siguiente un amigo de Simpliciano le preguntó cómo le había ido la noche anterior. «Muy mal -respondió el con tristeza-. La muchacha me salió dormilona». «¿Cómo que dormilona?» -preguntó el amigo. «Sí -explicó Simpliciano-. Bebimos un par de copas; bailamos; y luego de un rato de conversación ella me preguntó de pronto: ¿A qué horas nos vamos a la cama? .Tuve que llevarla a su casa». FIN.

MIRADOR.
Los pastores llevaron sus regalos al pesebre.
Llevaron vino.
Leche.
Requesón.
Higos.
Dátiles.
Miel.
Los magos de oriente llevaron también sus dones.
Oro.
Incienso.
Mirra.
Y dijo San José, desconsolado:
-Nadie nos regaló una tablet.
¡Hasta mañana!…