De política y cosas peores

Armando Fuentes

17/12/15

La bella Dulciflor iba a salir por vez primera con su novio, labioso galán que en la colonia tenía fama de seductor de doncellas. La mamá de la ingenua muchacha, señora chapada a la antigua -se pintaba las chapas con papel de China rojo-, le advirtió sobre los peligros que presentaba la ocasión. Le dijo: «Ten cuidado con ese hombre. Si se te sube te marchitará para siempre la flor de tu pudor». Las sabias palabras de la madre le entraron a la hija por un oído y le salieron no sé por dónde, pues cuando Dulciflor volvió a su casa traía las ropas en desorden y alborotados los cabellos. Doña Rigidia -así se llamaba la mamá de la inocente joven- se asustó al verla en esa traza. Le preguntó azorada: «¿Se te subió ese hombre y te marchitó para siempre la flor de tu pudor?». «No, mami -respondió muy ufana Dulciflor-. Yo me le subí primero a él, y en dos minutos le marchité su flor, si no para siempre sí por un buen rato». En altas horas de la noche estalló un incendio en el convento de la Reverberación. La superiora de la orden saltó del lecho y salió del claustro hecha madre. Sor Bette, una de las hermanas, le dijo en voz baja: «Reverenda madre: busque usted ahora mismo al padre capellán y haga con él un intercambio». «¿Un intercambio? -se extrañó la superiora-. ¿De qué?». Respondió sor Bette: «De ropa. Usted trae su sotana y él su hábito». Babalucas le preguntó a un amigo: «¿Cómo se dice frío en inglés?». Respondió el otro: «Cool». Declaró el tonto roque: «Entonces en inglés no se puede decir friíto «. El ciempiés y el cocuyo se casaron el mismo día con sus respectivas novias, y juntos fueron a la luna de miel. Al día siguiente el cocuyo le preguntó al ciempiés: «¿Cuántas veces le hiciste el amor anoche a tu mujer?». Contestó él: «Una vez». «¿Nada más una vez? -se burló el cocuyo-. A la mía yo le hice el amor tres veces». «Sí -admitió el ciempiés-. Pero ustedes no tardan tanto en quitarse los zapatos». Y sin embargo se mueve. La CNTE sigue activa en su tarea de impedir el desarrollo de los estados donde opera, y de conculcar el derecho de los niños y los jóvenes a recibir una educación de calidad. Los líderes de esa nefasta agrupación sectaria se niegan empecinadamente a permitir que los maestros a quienes manipulan sean evaluados. Esa postura, lejos de tener contenido revolucionario, es una de las actitudes más reaccionarias que hoy por hoy se ven en el país. Sin evaluación no puede haber calidad en las labores de la enseñanza y el aprendizaje. La Secretaría de Educación Pública ha llevado adelante con buen éxito el proceso evaluador, elemento fundamental de la reforma educativa. Lo ha hecho con prudencia, y al mismo tiempo con determinación. La autoridad no ha caído en las continuas provocaciones de los dirigentes caciquiles, pero tampoco ha cedido ante la ilegalidad. A la violencia ha respondido con la recta aplicación de la ley. No se puede permitir que quienes ven perdido el inmoral monopolio de la educación que detentaron durante muchos años frenen con sus algaradas los avances que se están consiguiendo en el campo educativo. Con lo anteriormente dicho he cumplido por hoy la modesta misión que me he impuesto, de orientar a la República. Puedo por tanto dejar en el tintero el cálamo admonitorio del magister y tomar la más ligera péñola del escribidor de vacuidades. Narraré una lene historietilla final, y en seguida haré mutis con la humildad de un modesto partiquino. (Caón, no entendí nada). El famoso explorador llevó a su esposa a una nueva expedición por el Continente Negro. Quería llegar a una región desconocida donde la mano del hombre jamás había puesto el pie. Una noche el famoso explorador llegó al campamento y le extrañó no ver ahí a su mujer. En eso se le presentó el guía y le dijo con tono sombrío: «Le tengo dos noticias, jefe: una mala y otra peor». «By Jove! -exclamó con inquietud el famoso explorador-. ¿Cuál es la mala noticia?». Respondió el guía: «Su esposa salió del campamento y fue dar a la aldea de los antropófagos». «By Jove! -volvió a exclamar el famoso explorador, cuyo catálogo de interjecciones era bastante limitado-. Y ¿cuál es la noticia peor?». Le informó el guía: «Los antropófagos ya habían comido». FIN.

MIRADOR

Esta planta se llama rodadora. Los campesinos de por acá le dicen «bruja».
Aparecía con frecuencia en las películas del oeste. Cuando el director quería dar la sensación de soledad ponía a las rodadoras a rodar por la aridez del campo o en las vacías calles del polvoso pueblo donde el héroe y el villano se iban a enfrentar.
A mí la rodadora me hace ver uno de los incontables prodigios de la naturaleza. En el invierno su débil tallo seco se rompe con el viento, e impulsada por él va dejando en la tierra sus semillas, que a la llegada de la primavera brotarán en nuevas plantas.
La vida se perpetúa en mil variadas formas. Lo mismo en el gusano que en el hombre hay vocación de eternidad. La consiguen por medio del amor. En esta planta rodadora se abrazan el sol, la tierra, el viento, y juntos obran el milagro de la vida. De la eterna vida. De la vida eterna.
¡Hasta mañana!…