De política y cosas peores

Armando Fuentes

26/10/15

En la noche tibia y callada de Veracruz la romántica joven Susiflor le dijo a su galán con voz llena de emoción: «¡Quiero ser la luz de tu vida, Pitorrango!». Respondió el salaz sujeto: «Si quieres ser la luz de mi vida vámonos a lo oscurito». Capronio, hombre rudo y desconsiderado, le dijo a su mujer: «Eres una mentirosa. Siempre estabas diciendo que si un día llegaba yo temprano a la casa te caerías muerta de la sorpresa. Hoy llegué a las 7 de la tarde, y no te caíste». Usurino Matatías, el avaro del pueblo, se casó con una viuda. Días después comentó: «A la luna de miel me fui yo solo». Preguntó alguien: «¿Por qué?». Explicó el cutre: «Ella ya había pasado por todo eso»… La esposa del profesor Tapial, señor que era algo sordo, dio a luz un robusto hijo. Por esos mismos días el profesor publicó un libro. Alguien lo felicitó en la calle: «Felicidades por su hijo, profesor». «Gracias -responde el duro de oído-. No habría podido hacerlo sin la ayuda de todos mis alumnos». .. Un tipo le dijo a otro: «En la playa puedes ver dos clases de muchachas: las que dicen que los trajes de baño que dejan ver las pompas son inmorales, y las que tienen buenas pompas». (Antes para verle las pompas a una chica tenías que apartarle el calzoncito. Ahora para verle el calzoncito tienes que apartarle las pompas). El torero Silverino Monterano, llamado «El Niño del Pitón Lacio», llegó a su casa y encontró a su mujer en la cama, sin ropa y en estado de gran nerviosidad. No se detuvo a averiguar la causa: traía ardientes ansias amorosas, de modo que le dijo a la señora: «¡Venga, Currita! ¡Te voy a hacer una faena que ni Manolete!». En la amorosa lid estaba el diestro cuando acertó a volver la vista hacia arriba. Sobre la barra de donde colgaban las cortinas estaba trepado un individuo. Amoscado, preguntó el diestro a su mujer: «¿Quién es ése gachó, Currilla?». Respondió ella muy apurada: «Debe ser algún colega tuyo que está en el Cielo y se asoma a verte torear»… El jefe de personal le dijo al joven que solicitaba empleo: «Lo siento, muchacho: eres soltero, y aquí preferimos contratar hombres casados». Preguntó el solicitante: «¿Consideran que son más maduros?». «No, -le explicó el otro-. Lo que sucede es que están más acostumbrados a obedecer órdenes». La secretaria de don Algón llegó tarde a su trabajo. «¿Qué le sucedió, Rosibel? -preguntó el ejecutivo-. ¿Se le pegaron las sábanas?». «No, señor -respondió ella, apenada-. Se me pegó mi marido». Soy poco resistente, pero me resisto a dejarme llevar por el desánimo. Y eso a pesar de que hoy es lunes. Observo en todo el país un ambiente de frustración, de pesimismo. Las redes sociales están poseídas al mismo tiempo por la desesperanza y por la indignación. (Cito esos sentimientos en orden alfabético, para que ninguno de los dos se enoje). Tal se diría que el país está acojonado, como dijo el andaluz por decir «acongojado». No debemos confundir a la patria con el gobierno. Obvio es decir que son cosas distintas. Los gobiernos pasan, la patria permanece. Los presidentes, que en el ejercicio del poder son casi todopoderosos, se van al final de su sexenio y llegan a ser sólo un recuerdo. En cambio el país sigue la marcha de su vida, entre tropiezos a veces, como ahora, pero buscando siempre la manera de ser una casa mejor. No caigamos en la desesperanza. Confiemos en México y en nosotros mismos, y ya veremos que vendrán días mejores.Un individuo salió del hospital. Alguien le preguntó cómo había sido su estancia en el nosocomio. «Lo único que no me gustó -contestó el tipo- fue el modo en que me bañaba la enfermera». «¿Por qué?» -pregunta el otro. Relató el sujeto: «La muchacha me pasaba un trapo húmedo por el 95 por ciento de mi cuerpo, pero cuando llegaba a lo más interesante me daba a mí el trapo. Eso era como si un coleccionista de buenos vinos te llevara a su cava y ahí te diera a probar un vaso de agua»… La joven dentista le sacó la muela a un robusto señor. Al revisarla observó que de la pieza dental pendía un largo hilo a cuyo extremo colgaban dos pequeñas esferas. Las examinó detenidamente y luego le dijo muy preocupada a su paciente: «Me temo que estamos en problemas, don Mercurio. La muela tenía una raíz demasiado profunda»… FIN.

MIRADOR

El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.
-Señor -le dijo-. Tengo miedo de morir.
Le contestó Jesús:
-La culpa es de ustedes, los profesionales de la religión. Se han ocupado siempre en inspirar a los hombres el temor de la muerte. Les dicen que tras ella deberán comparecer ante un juez severo, y aun vengativo, que podrá condenarlos a un castigo eterno. Con ese miedo han lucrado los vendedores de Dios. Han hecho una mercadería de la esperanza de la vida eterna. No temas tú a la muerte. Si alguna enseñanza quise que guardaran los hombres es la de la fe en una vida que no acaba.
-Entonces, Señor -preguntó el padre Soárez-, ¿no le debo temer a la muerte?
-No -le respondió Jesús-. A menos que le temas también a la vida.
¡Hasta mañana!…