De política y cosas peores

 «A mí ninguna mujer me hizo pendejo», declaró Jactancio, sujeto presuntuoso, en reunión de amigos que hablaban de sus desengaños. Le preguntó uno: «¿Y luego tu mamá?». El Lic. Ántropo le pidió al juez consideración para su cliente. «Es cierto -admitió- que mi defendido se robó una caja fuerte de 100 kilos de peso y se la llevó cargada en la espalda hasta su casa, situada a 10 kilómetros del lugar del robo. Pero, señor juez, cualquiera puede tener un momento de debilidad». Por intermedio del pastor Quemada le llegó al alcalde de Cuitlatzintli un ejemplar de la Cartilla Moral. Eso lo decidió a ordenar que se hiciera una razia de prostitutas en el pueblo. Le presentaron una y procedió a interrogarla: «¿Nombre?». Contestó la mujer: «Leona». «¿Apellido?». «Vicario». «Leona Vicario -repitió el alcalde-. Es un nombre muy conocido, ¿no?». «Tiene que serlo -replicó la mujer-. Llevo ya varios años trabajando en esa misma esquina». El novio de Glafira, hija de don Poseidón, fue a pedir la mano de la muchacha. Le preguntó el papá: «¿Se considera usted capaz de hacer feliz a mi hija?». «¡Uh, señor! -replicó el galancete-. ¿No ha visto usted la cara de felicidad que trae después de cada cita conmigo?». Babalucas oía en el radio un programa con música de la nostalgia. Preguntó: «¿Quién canta?». Le informó uno: «Bienvenido Granda». «¡Qué coincidencia! -se alegró el tontiloco-. ¡Tengo un tapete que se llama así!». El Llanero Solitario y Zorro, su amigo piel roja, hallaron un vaquero al que los indios habían ultimado a flechazos. «Fueron los apaches» -dictaminó el Llanero. «No -lo contradijo el Zorro-. Fueron los navajos». «¿Cómo lo sabes?» -preguntó el Lanero. Explicó el piel roja: «Antes de acabar con él lo rasuraron». Todo indica que Trump será reelecto. Seguiré, pues, sin ir Estados Unidos, por el quijotesco juramento que hice -y que he cumplido al pie de la letra- de no pisar suelo norteamericano mientras ese patán que tanto ha injuriado a México y a los mexicanos siga en la Casa Blanca. Habrá quienes tilden de tonta mi promesa, pero no hallé mejor modo en su momento de expresar mi enojo por los agravios que en su campaña nos infirió el estólido magnate, que ahora tiene en nuestro Presidente a su más atento y seguro servidor. Ahí está precisamente el lado bueno de la eventual reelección de Trump. (A todo hay que encontrarle el lado bueno). Es el único que que puede evitar que López Obrador haga de México otro Venezuela. Un coscorrón o garnucho del mandatario yanqui bastará para frenar cualquier exceso del tabasqueño, cualquier acción suya contraria el interés de la nación del norte. Trump no va a tolerar en su patio trasero a otro Chávez u otro Maduro. Diré entonces aquello de que no hay mal que por bien no venga y me consolaré de seguir sin poder caminar de madrugada por la playa de la Isla del Padre, sin comprar un libro en Barnes & Noble, de McAllen, y sin gozar mi desayuno en el Denny s de Port Isabel… Don Astasio regresó a su casa después de su jornada de trabajo como tenedor de libros de la Compañía Jabonera La Espumosa. Colgó en la percha el saco, el sombrero y la bufanda y encaminó sus pasos a la alcoba a fin de recostarse un rato antes de la cena. No pudo hacer tal cosa: la cama estaba ocupada por su esposa y un desconocido con el cual la señora se hallaba en coición adulterina. Fue a traer don Astasio la libreta en que anotaba palabras de denuesto para calificar a su mujer en tales ocasiones, y le dijo la última que tenía preparada: «Lumia». «Ay, Astasio -se impacientó la esposa-. Yo aquí tan ocupada, y tú con tus palabrejas raras». FIN.