De política y cosas peores

«El pene del varón -decía una feminista- tiene en un extremo una parte muy sensible que se llama glande , y en el otro una parte muy insensible que se llama hombre «. «Los deleites de Afrodita». Tal era el sugestivo nombre de aquella casa de mala nota. Entró en el dicho lupanar este muchacho y al primero que vio ahí fue a su padre, muy acaramelado con una de las damas que en el lugar sedaban los rijos de los erizados clientes. «Pero, papá.», acertó sólo a decir el azarado joven. «Hijo -le explicó el señor-: prefiero gastar el poco dinero que cobran estas pobres mujeres y no gastar las tres o cuatro horas que tardo en convencer tu mamá». Doña Macalota pasó por una tienda de mascotas y vio en el escaparate tres pericos. Uno costaba 10 mil pesos, otro 5 mil, y el tercero 20 pesos. Entró y le preguntó al dueño por qué ese loro era tan barato. «Estuvo en un burdel -le explicó el hombre-, y es muy malhablado». Curiosa, la señora compró el cotorro y lo llevó a su casa. Cuando lo sacó de la caja el perico vio a su alrededor y dijo: «¡Uta! ¡Congal nuevo!». Vio a doña Macalota y dijo: «¡Uta! ¡Madama nueva!». Llegaron las amigas de ella y dijo el loro: «¡Uta! ¡Viejas nuevas!». Llegó don Chinguetas, el marido de doña Macalota, y dijo el perico: «¡Uta! ¡No lo había visto, don Chinguetas, desde que iba a la otra casa!». No se equivocará quien diga que estamos viendo en el país la instauración del caos. Opinión extremada parece ésa, pero lo cierto es que se advierten marcados signos de desorden, de falta de organización tanto en el ámbito de la seguridad como de la economía, la salud, la persecución de los delitos, las relaciones del poder central con los estados y otros aspectos importantes de la administración federal. No parece haber en muchos funcionarios eso que los americanos llaman know-how, vale decir el conocimiento y la experiencia que se requieren para hace bien las cosas. Se destruye sin haber planeado antes lo que sustituirá a lo destruido y sin poner cimientos adecuados a la nueva construcción. Los mexicanos de menos recursos, vale decir los pobres, son los que están sufriendo mayormente las consecuencias del mal manejo de las cosas, como se ve por estos días en el caso de la atención a la salud luego de la desaparición del Seguro Popular. La proclamada honestidad del régimen es de alabarse, pero a esa buena cualidad ha de añadirse la eficiencia, la capacidad para hacer bien lo que se debe hacer. Y ciertamente hay muchas que no se están haciendo bien. Tres viajeros iban en automóvil por un camino rural y su vehículo sufrió una descompostura. Vieron cerca la casa de un granjero, llamaron a la puerta y le pidieron al hombre que les permitiera entrar, pues llovía copiosamente y caía un cierzo helado. «Podrán pasar aquí la noche -admitió el hombre-, pero tendrán que dormir los tres en una misma cama». Pensó uno: «Algo está mal aquí. Se supone que el viajero debería decirnos: Podrán pasar aquí la noche, pero tendrán que dormir en la misma cama con mi hija, muchacha hermosa y guapa . Creo que nos metimos en el chiste equivocado». Aceptaron los tres, y después de una magra cena que el propio granjero les sirvió -ninguna mujer había en la casa- los viajeros se fueron a dormir según el hombre les había dicho: los tres en una misma cama. Transcurrió la noche. Al despertar el día siguiente uno de los viajeros, el que había dormido en el lado derecho de la cama, comentó: «Anoche soñé que alguien me agarraba mi parte de varón». «Qué extraño -declaró el que durmió en el lado izquierdo. Yo también soñé lo mismo». El que había dormido en el centro de la cama dijo: «Yo soñé que andaba esquiando». (No le entendí). FIN.