De política y cosas peores

«¡Esto me lo va usted a pagar!». Tales palabras le dijo hecho una furia el marido de la adúltera al hombre en cuya compañía la sorprendió. Respondió calmosamente el individuo: «Ya le pagué a ella». Babalucas le preguntó a un amigo: «¿Es cierto que Ultimiano falleció?». «Sí -confirmó el otro, sombrío-. Está muerto y sepultado». «Caramba -se consternó el badulaque-. Entonces la cosa estuvo peor». El niñito de doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, comentó en el desayuno: «Anoche algunos disfraces de Halloween hicieron que se me pusiera la carne de gallina». «¡Por Dios, hijo! -lo reprendió doña Panoplia-. A nosotros no se nos pone la carne de gallina: se nos pone de pavo real». La joven esposa terminó de vestirse a la moderna usanza y le preguntó a su marido: «¿Se me ve el fondo?». «Sí -contestó él-. De todo». Don Valetu di Nario, señor de muchos almanaques, casó con Pomponona, frondosa mujer en flor de edad y de proficua anatomía. En el curso del viaje nupcial el añoso galán no dio traza de proceder a la consumación del matrimonio según lo prescriben tanto el Código Civil como el Derecho Canónico. Una noche Pomponona le preguntó haciendo a un lado todo circunloquio: «¿Cuándo me vas a hacer el amor?». Con voz feble respondió don Valetu: «Tú escoge el día. Yo escogeré el año». Pepito le preguntó a su tía: «¿Por qué no has tenido hijos?». Contestó la señora: «Ya le escribí a la cigüeña, y también mandé una cartita a París, pero no me han contestado; por eso no he tenido hijos». Bajando la voz le dijo Pepito: «Por 100 pesos te diré un método infalible para tenerlos». Todo lo bueno que hay en mi formación lo recibí de mis padres. (Lo no tan bueno ha sido aportación personal mía). Entre las muchas cosas excelentes que mi papá me dio está la afición al Rey de los Deportes, el beisbol. Ahora mismo estoy viendo a don Mariano Fuentes seguir en un gangoso radio de bulbos la reseña de un juego de su equipo, los Yankees de Nueva York, en la voz de Buck Canel. («No se vayan. La cosa se va a poner buena»). Por mi parte puedo decir que no me he perdido ninguna Serie Mundial, en el radio o la tele, desde luego. En la de este año les fui a los Nacionales. Gané por ellos una apuesta simbólica de 20 pesos, cosa que agradezco a Rendón, Kendrick, Soto y los demás artífices de la magnífica victoria tan trabajosamente conseguida a lo largo de los siete juegos de esta dramática serie. El Presidente López Obrador, que sabe un rato largo de beisbol -o sea mucho-, predijo que ganarían los Astros, pero con elegancia y buen espíritu deportivo reconoció haberse equivocado y celebró el triunfo de Washington. Otra cosa le aplaudo y reconozco a AMLO. En una de sus reciente giras de fin de semana exhortó a sus colaboradores a trabajar 16 horas diarias, y manifestó: «Entonces va a rendirnos el tiempo, y no va a hacer falta como algunos dicen que voy a reelegirme. ¡No! Soy partidario del sufragio efectivo, no reelección. Voy a llegar, si así lo quiere el pueblo, hasta el 24». Creo en las palabras del Presidente. Creo en su palabra. Espero no equivocarme, tanto por el bien del país como del propio López Obrador, quien si se reeligiera se condenaría a sí mismo al basurero de la historia, pues a más de violar en forma radical la ley suprema atentaría contra el bien de la Nación, cuya estabilidad política se finca en buena parte en el principio antirreeleccionista. La verdad es que AMLO ha logrado, ahora sí, convencerme de que no busca ni buscará la reelección. Celebro su promesa, y corresponderé a ella diciéndole a qué equipo debe irle en la próxima Serie Mundial. FIN.