De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.-«¿Es usted partidario de las relaciones sexuales antes del matrimonio?». Tal pregunta le hizo la encuestadora a un individuo. «Sí -respondió el encuestado-, pero a condición de no hacer esperar mucho a los invitados». Don Martiriano, el sufrido esposo de doña Jodoncia, les contó a sus amigos: «Mi mujer quiere que compremos un coche. Yo pienso que debemos guardar el dinero para nuestra vejez». Intervino uno de los amigos: «Después nos dices de qué color es el coche». Eran los tiempos de mi primera juventud, feliz pero no tanto como la segunda que estoy viviendo ahora. Estudiante de la Facultad de Derecho de la UNAM arreglé el horario de modo que mis clases concluían a las 11 de la mañana de los viernes. El resto de la semana lo dedicaba a viajar de aventón por toda la República. El pulgar de mi mano derecha y la buena voluntad de incontables conductores me llevaron a conocer las principales ciudades del país, los más hermosos puertos, pueblitos cuyos nombres ni siquiera aparecían en los mapas. México era en aquella época un país seguro; todo mundo confiaba en todo mundo. Jamás tuve una experiencia mala en el curso de esos periplos. Recibí en ellos muchas enseñanzas de la vida. Vi, por ejemplo, a un oficial de la Policía Federal de Caminos dormido en su patrulla a la orilla de la carretera. Los camioneros se detenían y sin despertar al «jefe» le dejaban un billete de 20 pesos. El asiento al lado del policía que roncaba estaba lleno de esos billetes que nadie se atrevía a tocar. Así tuve el primer atisbo de la corrupción reinante en las corporaciones policíacas. En la ciudad la gente le temía más a la Policía Judicial que a los delincuentes mismos. Entiendo que la creación de la Guardia Nacional por AMLO obedece a su intención, que creo sincera, de acabar con la corrupción en los cuerpos de seguridad. En todos ellos hay elementos honestos que acaban por pagar las culpas de quienes desprestigian a su corporación. Es una pena, entonces, que el nuevo organismo, entre policial y militar, esté empleado principalmente en la tarea de contener -de detener- a los migrantes que llega a nuestro país para ir al del norte. Tal acción obedece al miedo pánico que siente López Obrador ante el poderoso presidente norteamericano, del cual parece ser obsecuente colaborador. Una cosa es la prudencia con que se debe actuar frente a un energúmeno como Trump y otra muy diferente es comprometer la dignidad de México prestándose a servir en todo a ese prepotente mandatario, con mengua de la antes prestigiosa tradición diplomática de nuestro país. En fin, pese a las cuentas alegres de AMLO sigue la sublevación de la Policía Federal frente a un régimen que acostumbra poner la acción antes que la planeación. Esperemos que sean respetados los derechos de los policías y su libre voluntad, pues López Obrador no parece tener en mucho a los derechos humanos, antes bien agrede a la institución encargada de protegerlos. Por último, aguardemos a ver el resultado de mezclar elementos civiles y militares en un mismo organismo cuya actuación sólo el tiempo podrá aquilatar debidamente. Don Algón, salaz ejecutivo, le regaló un finísimo abrigo de piel a su linda secretaria Rosibel. Le explicó: «Es que me gusta abrigar esperanzas». Doña Macalota le dijo a don Chinguetas: «Anoche hiciste el ridículo en la fiesta. Bailaste poniéndote una toalla a modo de falda de mujer. Espero que nadie se haya dado cuenta de que estabas completamente sobrio». En la noche de bodas el pobretón que casó con mujer rica no podía ponerse en aptitud de consumar el matrimonio. «Por favor -le suplicó a su desposada-, dime cuánto dinero tienes, a ves si eso me motiva». FIN.