De política y cosas peores

Don Tilingo y su mujer iban por un oscuro callejón cuando les salió al paso un asaltante. El facineroso apuntó con su pistola al asustado señor y lo conminó: «¡La bolsa o la vida!». Don Tilingo se volvió hacia su consorte: «Aquí te hablan, mi vida». Valido de esa especie de autorización el hombre gozó cumplidamente a la señora y luego se alejó canturreando una tonada que decía: «Por fin / ahora soy feliz, / por fin he realizado / el amor soñado / en mi corazón.». El esposo, mohíno, le dijo a su mujer: «Noté que en el curso de este trance te movías mucho, y con gran ímpetu, como nunca has hecho conmigo». Ella se justificó: «Al mal paso darle prisa». El cliente se quejó con el mesero del restorán: «La sopa está fría». Opuso el camarero: «¿Cómo puede saberlo si ni siquiera la ha probado?». «No -reconoció el señor-, pero la mosca está tiritando». Don Chinguetas llegó a su casa a altas horas de la madrugada. Venía en competente estado etílico y despedía un sospechoso olor a perfume barato. «¿De dónde vienes?» -le preguntó hecha un basilisco doña Macalota, su mujer. Contestó don Chinguetas: «No me lo recuerdes, porque me vuelvo a ir otra vez ahí». Las renuncias de José Narro Robles y Beatriz Pagés al PRI no deben extrañar: el PRI ha renunciado a ser él mismo. Lo que el PARM fue en algún tiempo para el PRI será ahora el PRI para Morena: un partido satélite. Sus hilos los moverá a trasmano López Obrador, y los priistas, fieles a su vocación presidencialista, contribuirán al fortalecimiento del poder absoluto de AMLO. Desde el principio consideré un error la postulación del doctor Narro a la dirigencia nacional del PRI. Eso, en mi opinión, era un descenso para quien ocupó el mismo sitial en que estuvieron José Vasconcelos, Antonio Caso, Manuel Gómez Morín, Gustavo Baz, Luis Garrido, Nabor Carrillo Flores, Ignacio Chávez, Javier Barros Sierra, Pablo González Casanova. La salida del PRI constituye ahora un acto de dignidad por parte del doctor Narro. A condición, claro, de que no emigre a Morena. Lo mismo ha de decirse de la renuncia presentada por Beatriz Pagés. Siempre -Siempre!- he admirado a esta señora por su talento y su sensibilidad. Con ella pierde el partido tricolor a uno de sus mejores elementos. Ya veremos cómo el PRI no será oposición para el régimen, sino aquiescente y vergonzante aliado. «Patiño Revolucionario Institucional». ¡Quién lo dijera!… Doña Liriola recibió esa tarde a sus amigas del club de los jueves. A la hora de la merienda les sirvió copitas de vermú y piononos. Estaban las señoras disfrutando el licor y los dulces cuando irrumpió en la sala don Gorilo, el esposo de doña Liriola. Sin decir palabra la tomó en los brazos y se la llevó cargada por la escalera hasta la alcoba, como hizo Clark Gable con Vivien Leigh en «Lo que el viento se llevó». Un cuarto de hora después regresó la señora con sus amigas. Venía despeinada y con las ropas en desorden. Le preguntó una: «¿Qué te sucedió?». Explicó ella: «Mi marido me hizo el amor. Los rijos de la carne lo acometen de pronto, y no puede resistirlos». Dijo una: «¿Cómo es posible que te haga eso cuando tienes invitadas?». Repuso doña Liriola: «Va mejorando. Antes me lo hacía aquí mismo en la sala delante de la concurrencia». Un individuo preguntó en la librería: «¿Tienen La mujer inmoral ?». Lo corrigió el empleado: «Es La mujer inmortal «. Dijo el sujeto: «Entonces no me interesa». Babalucas se presentó en el plantel universitario y le informó al secretario: «Me duele un testículo». Replicó el hombre, desconcertado: «Ésta es la Facultad de Derecho». El tontiloco se admiró: «¿Qué para cada huevo tienen una Facultad?». FIN.