De política y cosas peores

Nadie que tenga escrúpulos de moralina debe leer el inverecundo cuento que descorre hoy el telón de esta columnejilla. Lo leyó doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y al punto le sobrevino un desarreglo estomacal que su médico de cabecera hubo de tratarle con pastillas de cachunde y una permistión de té de suelda, istafiate, cenizo y gordolobo. Quien no quiera exponerse a un accidente igual sáltese en la lectura hasta donde dice: «El verbo recular se oye muy feo.», etcétera. Una bella mujer acudió a la consulta de un médico y le dijo que le habían aparecido en la cara interna de los muslos unas como rozaduras o laceraciones que la tenían bastante preocupada. Después del correspondiente examen el galeno le indicó: «Su problema desaparecerá con una navaja de afeitar». «¿Para depilarme?» -inquirió ella. «No -precisó el facultativo-. Para su novio». (No le entendí). El verbo «recular» se oye muy feo, y más en la primera persona del singular del presente de indicativo. Eso fue lo que hizo López Obrador en la cuestión de los migrantes: recular. En un principio les ofreció frontera abierta y libre paso por nuestro territorio para llegar a los Estados Unidos. Su ofrecimiento, a tono con la tradición hospitalaria de nuestro país y con los principios del humanitarismo, hizo que decenas de miles de centroamericanos, a los que luego se sumaron caribeños, asiáticos y hasta africanos, ingresaran a México. Generosa la decisión del Presidente, fue sin embargo irreflexiva como casi todas las suyas. Una de sus más nocivas consecuencias fue dar pretexto a Trump para otra de sus andanadas contra México, a cuya representación puso de rodillas con la amenaza de los aranceles. Ahora la política migratoria de nuestra nación es dictada por el presidente yanqui. La flamante Guardia Nacional de AMLO está convertida en border patrol al servicio de los Estados Unidos, y los asuntos migratorios mexicanos se han vuelto un almodrote al que no se le pueden ver pies ni cabeza, con renuncia de su anterior encargado y encomienda de su manejo a Relaciones Exteriores, ya no a Gobernación. En este tema, y en otros más, se le está enredando la pita al Presidente López. Ojalá logre desenredarla pero, para decirlo con un eufemismo, Estaca Brown. La nuera le comentó a su suegra: «Su hijo es muy romántico, señora. Dice que mis besos son el único alimento que necesita». Acotó la suegra: «Con razón está tan flaco». Aclaró la muchacha: «No son los besos la causa de su flacura. Lo que lo tiene así es el postre». En el hospital el paciente le contó a su amigo: «Antes de mi operación la enfermera me hizo sentir muy mal. Empezó a decir: No esté nervioso; tranquilícese; todo va a salir bien «. «¿Y eso te hizo sentir mal? -se sorprendió el amigo-. Antes deberías estar agradecido con ella por decirte eso». Respondió el otro: «No me lo decía a mí. Se lo decía al cirujano». Babalucas le anunció a su esposa: «Voy a vender este martillo. Pediré por él 5 mil pesos». Le dijo la señora: «Permíteme antes engrasar el mango». Preguntó con extrañeza el badulaque: «¿Para qué?». Explicó la señora: «Porque te van a decir que te lo pongas ya sabes dónde». Con anheloso acento el recién casado le pidió a su flamante mujercita: «¡Desvístete!». Contestó ella: «Espera un poco, por favor. Espera». «¡Anda! -insistió él lleno de ansiedad-. ¡Desvístete!». «Espera -repitió la muchacha-. Ten paciencia». «¡Desvístete, por favor! -volvió a suplicar el ardiente galán -. ¡Ya somos marido y mujer!». «Sí -admitió ella-. Pero todavía estamos en el atrio de la iglesia». FIN.