De política y cosas peores

8/02/2019 – El cuentecillo con que estos renglones dan principio tiene un cierto tufo picaresco que el escribiente no pudo disipar. Trata de don Poseidón, granjero de estatura procerosa y gruesa complexión. Hizo un viaje por tren. Su asiento era de rejillas, y el hombrón se revolvía en él continuamente. La mujer que iba al lado le preguntó, traviesa: «¿Qué le pasa, señor? ¿Por qué se agita así? ¿Está tratando de poner un huevo?». «No, señora -replicó don Poseidón con dolorido acento-. Estoy tratando de sacarlo». El general Store narró en la tertulia de la señorita Himenia una de sus múltiples batallas. «Aquel día mis hombres y yo luchamos a sangre y fuego contra los batallones enemigos. Al final tuvimos que rendirnos: el fuego era de ellos y la sangre de nosotros». El juez reprendió con severidad al acusado: «Leo en su expediente que tiene usted 14 esposas, una en cada colonia de la ciudad. ¿Cómo puede hacer eso?». Respondió el individuo: «Las visito por turno». Todas las evidencias muestran que la señora secretaria de Gobernación no declaró desde el principio entre sus bienes el departamento del cual es propietaria en Houston. Eso puede tomarse con agua bendita, como decía una antigua frase para significar que algo no era malo por sí mismo. Lo reprochable es que la funcionaria haya responsabilizado a otros de una omisión en que a todas luces incurrió ella misma. Eso ha provocado dimes y diretes dentro del Gabinete de AMLO, pues nadie quiere cargar culpas ajenas. También es de criticarse la postura de López Obrador que, fiel a su espejo diario, no da su ganso a torcer y sale en defensa de su colaboradora sin presentar hechos, sino lanzando epítetos. Subterfugios por verdades; en lugar de transparencia, opacidad. Lo sucedido daña al Presidente. Lo hace aparecer como deformador de los hechos y ocultador de una verdad. Así, mientras a la señora Sánchez Cordero se le puede tildar de fifí por su lujosa propiedad, López Obrador puede ser tachado de conservadurismo porque mantiene usos pasados al tender un manto de protección sobre los suyos en vez de oír las voces de quienes señalan sus errores. Nada bueno, pues. Munífico era el busto de Tetonia, joven mujer de ubérrimo tetamen. Bajo su sombra podían hacer su aduar dos caravanas de beduinos. Cierto día subió a un elevador, y quienes en él iban empezaron a quejarse: «No empuje, por favor». Tetonia se defendió: «No estoy empujando. Estoy respirando». Don Cornífero llegó de un viaje antes de lo esperado. Al entrar en la recámara la vio llena de humo. «Mesalina!-le dijo con acento de reprobación a su mujer-. No puedo irme un par de días sin que agarres el feo vicio de fumar. ¡Y en puro además!». La señorita Peripalda, catequista, les narró a los niños de la escuela parroquial: «El día del Juicio Final sonarán las trompetas celestiales; retumbarán por todos los ámbitos del universo las voces de los elegidos; caerán rayos flamígeros; por doquiera se oirá el fragor del trueno y se verán los lampos fantasmagóricos de los relámpagos, cuyo rojizo resplandor anunciará el final de los tiempos. Vendrá el Supremo Juez en todo su esplendor y majestad y ocupará su trono sobre las naciones. Entonces será el llanto y el crujir de dientes». Pepito levantó la mano y preguntó: «¿Habrá clases ese día?». La hormiguita cedió por fin a las insistentes demandas eróticas del elefante. Antes de proceder al acto, sin embargo, le dijo: «Quiero sexo seguro». Inquirió el paquidermo: «¿Eso quiere decir que debo usar condón?». «No -precisó la hormiguita-. Eso quiere decir que tú abajo y yo arriba». FIN.