De política y cosas peores

22/09/2018 – Ciudad de México .-La muchacha casadera le preguntó a su madre: «Mamá: ¿hay hombres fieles?». «Claro que sí, hija -respondió la señora-. Los fieles difuntos». Cosa difícil en efecto, es guardar la fidelidad dentro del matrimonio. Aun la palabra «fidelidad» es de pronunciación dificultosa, y muchos novios se traban al decirla cuando hacen los votos sacramentales en la ceremonia nupcial. Y sin embargo se sabe que la inmensa mayoría de los maridos les son fieles a sus esposas, y cruzan el proceloso piélago de las tentaciones sin naufragar en ellas. (Permítanme apuntar esta última frase para usarla en ocasiones venideras, pues suena bien y tiene bastante dramatismo. Que sea cierta es otra cosa).. Himenia Camafría, madura señorita soltera, ha tenido muy pocos roces con la vida, y esos escasos roces han sido en partes relativamente inocuas, como los brazos por ejemplo. Tan grande falta de mundanidad la lleva a concebir ideas peregrinas. Tenía un perico muy hablantín que dominaba con maestría la lengua castellana. Recitaba trozos enteros del Quijote; se sabía el Nocturno a Rosario, de Manuel Acuña, y era dueño un variadísimo catálogo de palabras raras tales como «perigallo», «borborigmo» y «capichola». El talento gramático del loro hizo que la señorita Himenia diera en la flor de pensar que el perico podía enseñar a hablar a las gallinas del corral. Ya se soñaba charlando con ellas sobre los sucesos de actualidad o los cotilleos del gallinero. Así, llevó al cotorro al corral y lo dejó con las gallinas a fin de que procediera a la enseñanza. Ningún caso le hicieron ellas, que siguieron escarbando el suelo en busca de alimento. El que de inmediato reparó en la presencia del perico fue el gallo, que sintió amenazado su señorío sobre las gallinas por aquel extraño pajarraco verde. Corriendo y agitando las alas fue hacia él en ominosa actitud beligerante. «¡Paz, hermano gallo! -lo detuvo el loro-. Puedes estar tranquilo. Yo vengo únicamente en calidad de profesor de idiomas». Todo indica que la reforma educativa será hecha trizas por López Obrador, especialmente en lo que se refiere a la evaluación del magisterio. Lo cierto es que los maestros -los verdaderos maestros- no se niegan a ser evaluados. Por el contrario, ven en la evaluación el camino para superarse y avanzar en la carrera magisterial sin necesidad de recomendaciones o malas artes, sino por propios méritos. Hace unos días peroré en una escuela técnica de Monterrey. La joven directora, recién llegada al cargo, me dijo con orgullo que lo había obtenido por oposición, o sea a través de un examen en el que obtuvo la mejor calificación entre otros aspirantes al puesto. Son los malos maestros -en la CNTE militan muchos de ellos- quienes rechazan la evaluación, porque saben que no la aprobarían, pues no son maestros verdaderos, sino activistas de marchas y plantones. Si AMLO y sus huestes echan abajo la reforma educativa, si cancelan la evaluación del magisterio, eso redundará en grave daño para México. La educación de calidad, sobra decirlo, es factor clave para el progreso y desarrollo de un país. Con fundada preocupación vemos ahora que en lo que hace a la educación están pesando más los compromisos de política que el bien de la República. Con lamentoso acento el gusanito le dijo a la gusanita: «¡Pensar que nosotros comimos primero de la manzana, y son los otros los que se van a llevar toda la publicidad!». La esposa de Pitorreal le comentó a una amiga: «No puedo dormir boca arriba. Siento que me ahogo». Le recomendó la otra: «Pues acuéstate bocabajo». Replicó la señora: «¡Qué bien se ve que no conoces a Pitorreal!». FIN.

MIRADOR.

Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que estuvo en la catedral de Chartres, dio un nuevo sorbo a su martini y continuó:
-No puedo querer bien a los que dicen ser representantes de Dios. Hablan como si él les dictara sus palabras, y actúan como si fueran sus enviados. Yo conozco a quienes son verdaderos representantes del Señor: los niños; las mujeres y hombres buenos; las criaturas de la naturaleza; los poetas y artistas que nos enseñan a verlo…
Siguió diciendo Jean Cusset:
-El mejor representante de Dios en este mundo es el amor. Quienes aman con verdadero amor -a su mujer, a sus padres, a sus hijos, a sus hermanos, a su prójimo- esos representan el amor divino, y lo difunden. Los que a sí mismos se dan el título de enviados del Señor son mercaderes, y cada vez que dicen el nombre de Dios le hacen injuria.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!…