De política y cosas peores

19/09/2018 – Al final de esta columneja viene un cuento de color rojo encendido. Quienes lo lean lo harán, como dicen los franceses, «a ses risques et périls», o sea por su cuenta y riesgo. Algunos hacen derivar la palabra «sinceridad» de la expresión latina «sine cera», sin cera, que se aplicaba al mármol puro, al que no llevaba cera que disimulara sus imperfecciones y engañara al comprador. Pues bien: yo estoy sinceramente preocupado por la forma tan rápida en que López Obrador está dilapidando su enorme capital político. Si Vicente Fox lo agotó en su primer año de gobierno, AMLO lo está echando por la borda aun antes de llegar al Palacio Nacional. En efecto, aumentan cada día las críticas por sus bandazos y contradicciones; por decir hoy «no» cuando en su campaña dijo «sí», y por acciones suyas como la exoneración que últimamente hizo de Rosario Robles. Tales juicios adversos no vienen sólo de sus opositores: también sus partidarios, incluso los más vehementes, empiezan a inquietarse por esos desaciertos que ya parecen cotidianos. México es un país presidencialista. Así, la buena o mala ventura del presidente en turno tiene impacto sobre la suerte del país. Yo anhelo vivamente que a López Obrador le vaya bien, pues eso significaría que a la República le estaría yendo igualmente bien. Sin embargo el Presidente electo se ve poseído por la euforia del triunfo, y habla y actúa con la sobra de confianza -y con la petulancia- de los vencedores. Eso, y la falta de reflexión que debe acompañar siempre a los hechos y dichos de los hombres públicos, lleva a AMLO a incurrir en dislates como el de decir que recibe un país en bancarrota, lo cual está muy lejos de ser cierto, o como dirigirse a una reportera llamándola «corazoncito», o como exonerar sin más y declarar inocente, motu proprio, a quien todo mundo ve como culpable. Quienes están cerca de López Obrador deben recomendarle más prudencia y menos palabrería. Eso sería muy bueno para él. Y sería también muy bueno para México… Viene ahora el cuento rojo que arriba se anunció. Linda, muy linda era la dependienta de la panadería. Tenía unos grandes ojos negros de esos que cuando lo miran a uno le dicen: «Dese preso». Era una lástima que ningún hombre se los viera, pues más llamaban la atención otros encantos de la chica: su munífico busto, que ella gustaba de mostrar al mundo con ayuda de un suéter ajustado o una blusa generosamente descotada; sus bien torneadas piernas, que parecían hechas de alabastro, y su soberbio caderamen, que la muchacha sabía mover con femenina maestría para atraer las miradas masculinas. De esa inconsciente incitación se vale la naturaleza para perpetuar la vida. Gratias agimus tibi, Domine. Te damos gracias, Señor. Sucedió que cierto día llegaron al mismo tiempo a la panadería un hombre joven y un maduro caballero; aquél en flor de edad, éste de muchos calendarios. Ambos llevaban sendas bolsas de papel de estraza, sólo que el doncel traía en la suya pan, en tanto que el senescente señor llevaba fruta en la suya. El muchacho se quejó con la empleada de la panadería: «Ayer compré aquí este pan -le dijo-, y hoy amaneció completamente duro». «Discúlpenos -se apenó la muchacha-. Con gusto se lo cambiaremos por pan recién hecho». Y así diciendo se inclinó a tomar las nuevas piezas, con lo cual dejó a la vista todo lo que a la vista se debe ocultar. Hecho el cambio se dirigió al señor de edad madura, que estaba ahí con su bolsa. Le preguntó: «¿A usted también se le endureció?». «No, señorita -respondió con feble voz el aludido-. Pero estoy empezando a sentir ahí unas cosquillitas». FIN.

MIRADOR.

SONETO CON HERIDA.
Deja rodar mi corazón. Va ciego
y con la muerte a cuestas. Anda, deja
que si la vida madre se le aleja
la busque a tientas como niño en ruego.

Está al caer el hombre ya sin fuego.
Sólo le queda una memoria añeja
y un canto antiguo convertido en queja.
Aquí me tienes. Mira: a ti me entrego

todo atado y de todo desatado,
vestido en desnudez y sin orgullo.
Huérfano de mí mismo, ya he borrado

mi nombre de la tierra. Aquí concluyo.
Herido el corazón de lado a lado
quiere dormir junto a la paz del tuyo.

¡Hasta mañana!…