Ataque al bar de Veracruz dejó al menos 20 huérfanos

Días antes de morir asfixiada por monóxido de carbono en el table El Caballo Blanco, Yurai, de 32 años, le había dicho a su madre que dejaría de bailar en el centro nocturno para dedicarse a sus cinco hijos.

De acuerdo con autoridades municipales, en total son 20 menores que quedaron en la orfandad, hijos de bailarinas y meseras del centro nocturno que fueron asesinadas en el ataque.

El plan que la joven madre tenía era terminar de construir su casa y hacer un pequeño ahorro para poner un negocio. El plazo que se puso era de dos meses. Según cuenta su madre, estaba cansada de tener que bailar para desconocidos y cada día le pesaba más llegar hasta el table dance.

Yurai era consciente del riesgo que significaba tener que desnudarse todas las noches en un negocio al que sabía ya acechaba el crimen organizado, pero la necesidad y las ganas de ofrecerle un hogar digno a sus hijos la mantuvo ahí durante 6 años.

“Ese mismo día que me prometió que dejaría ese empleo, mi hija me dijo ‘te voy a decir algo mamita: el trabajo que tengo es peligroso, muy peligroso, y si algo me llegara a pasar quiero que usted vea a mis hijos. Por favor, cuídalos’. Yo le dije que sí”.

Rosa Villena, como se llama la madre de Yurai, nunca imaginó que aquella plática con su hija resultaría profética y se convertiría en la última.

Pasaron cinco días después de aquella charla entre madre e hija y, como era habitual, Yurai salió de casa el martes por la tarde. Llevaba consigo un vestido negro y tacones altos, además cargaba un bolso en el que guardaba celosamente las fotos de sus hijos: Ángel, de 16; Brayan, de 12; Jesús, de 8; Santiago, de 6, y Saúl, de 3 meses.

Una vez que llegó al centro nocturno, ni doña Rosa ni su padre Juan Antonio y mucho menos su hermana Jael volvieron a saber de ella. Era regla no hablarle en horas de trabajo.

Ninguno de su familiares imaginó que la siguiente vez que la tuvieran cerca sería en una pacha del servicio médico forense.

Hasta antes de dedicarse al baile Yurai fue ama de casa, su madre cuenta que su hija siempre fue una buena esposa, pero que a su yerno le gustaba golpearla y por ello un día decidió abandonarlo.

“Estaba sola, y no encontraba trabajo. Un dia de la nada después de semanas de búsqueda me dijo que se convertiría en bailarina de tubo, que solo se iba a dedicar a bailar. Ella aseguró que iba a ser un empleo temporal, pero cómo le iba bien pasó ahí seis años, tiempo en el que logró construir esta casa”, cuenta la madre de Yurai.

Hoy esos niños por los que tanto trabajó sí tienen una casa, pero no a su madre y el miedo que sufre la abuela de los menores es que no pueda darles la vida a la que sus hijos los acostumbró.

Aunque la intención de doña Rosa es proteger a sus nietos, su hija Damaris, hermana menor de Yurai, asegura que será ella quien los tendrá que cuidar, pues su madre está enferma del corazón.

Agencias